_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Encuesta arriba

Recientemente, la Empresa Municipal de Transportes ha decidido poner al día la utilización de las líneas de autobuses. En lugar de salpicarlas de taimados informadores y espías que observen el comportamiento de los coches, empleados y viajeros, ha acudido al moderno sistema de la encuesta para acopiar opiniones y llegar a la conclusión que arrojen los ordenadores, una vez revueltos, mixturados y diluidos los datos que se obtengan. Un par de jóvenes en el lugar de acceso entregan al viajero el impreso, que contiene 34 cuestiones. Junto a cada una, el correspondiente e ingenioso semicírculo, que interpretará el criterio de los usuarios. Es una muesca roja, que se arranca, según la elección o pertinencia. Sí o no, lo toma o lo deja.Parece un cuestionario exigente, puesto alto el listón por el Consorcio de Transportes de Madrid ante los vecinos que utilizamos este medio de locomoción. He aquí alguna de las reacciones observadas en el recorrido de aquella mañana. Sorpresa, en primer lugar, por la novedad que supone la entrega del inesperado boletín. Alguien lo retiene en la mano y deja caer al suelo, con disimulo, sospechando que se trate de la insistente propaganda para aprender inglés sin estudiar; o la oferta de un menú económico, de 850 pesetas, IVA y postre incluidos. Otros lo guardan en el bolsillo del abrigo o gabardina, para depositarlo luego en una papelera o conservarlo hasta el próximo otoño, hecho un gurruño. Los más curiosos, quizá avisados en otro viaje, leen las demandas, sin soltar el asidero, que tan justa fama de itinerantes volatineros concede a los madrileños.

Se trata de inquisiciones de hondura filosófica: "En el viaje que está realizando, usted viene de...". Y, al lado: "Usted va...". Se despliega un abanico de siete varillas: "De su casa, del trabajo, del colegio (instituto, universidad, etcétera), de compras, del médico, del lugar de ocio o diversión, y de gestiones personales en otro lugar". Y viceversa. Quienes hayan visitado a un agente inmobiliario, a la familia o a un notario tendrán que escoger por analogía. La filantrópica curiosidad de la EMT también se interesa por los momentos previos al acceso o abandono del autobús: andando, en distinto autobús (no municipal), en el metro, el tren u otro modo (coche, moto, taxi, etcétera, donde no vienen incluidos el trineo, el monopatín o la silla de ruedas).

El propósito es, intrínsecamente, loable y de agradecer. Aunque no se vislumbra el mínimo interés por conocer el tiempo de espera, la ubicación de las paradas, la urbanidad del conductor y su pericia o torpeza. De lo que no cabe duda es de que se han creado varios cientos de puestos de trabajo, transitorio, inestable, precario, pero empleo al fin, asunto tan socorrido a la hora de la estadística y de las argumentaciones para entrar en Europa, donde muchos creíamos estar desde hacía tiempo.

Mi trayecto era corto, tres paradas, quizá abusivamente utilizado el vehículo público, en lugar de mover las tabas, cuesta arriba, con ese afán dilapidador tan enraizado entre los sujetos de la tercera edad. Este dato viene solicitado junto al billete sencillo, el normal, el joven y un enigmático "otros". Hay que admitir que los viejos hacemos un exagerado uso del autobús, e incluso del metro, somos insaciables. Aprobemos, empero, la iniciativa, aunque venga teñida de cierto pesimismo y la duda de que estas pesquisas sirvan para gran cosa. Al descender, la muchacha que ocupaba dos asientos junto a la puerta de salida (para ella y la documentación acumulada) me exigió la papeleta, que apenas había tenido tiempo de ojear. Con muescas o sin muescas, presumiblemente para rellenar la casilla "no sabe, no contesta". Con la debida cortesía le comuniqué mi propósito de conservar el cuestionario, leerlo y elaborar una opinión.

Durante aquellos instantes comprendí que la agraciada señorita carecía de instrucciones para afrontar la situación. Mantuvo una secreta lucha consigo misma, puede que considerase la posibilidad de solicitar ayuda de sus compañeros y del inspector que contribuían a que el coche fuese abarrotado a esa hora. Con ademán desdeñoso, me dejó bajar.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_