La banda
Punto uno. En todos los países en que el estamento militar ha subvertido violentamente el orden democrático legítimo, dicho estamento, al convertirse en verdugo de su propio pueblo (incluyendo en éste a aquellos militares que defendían la legalidad), ha pasado a ser una banda armada terrorista; eso sí, una banda muy grande. Porque lo que les hace serlo no es ni el número ni la disciplina ni la cadena de mandos, sino el terror que practican y ejercen para conseguir sus fines.Punto dos. Cuando el estamento militar ha dado el golpe y ha convertido a la oposición y los disidentes, junto con los llamados subversivos que inicialmente le proporcionaron la excusa, en humo (los desaparecidos), en cadáveres anónimos (las fosas comunes, las terribles tumbas con lápidas NN, no name), en carne desgarrada sobre las mesas de tortura. Es decir, cuando desaparece el motivo que les obligó a "la sustitución temporal del orden constitucional establecido" (palabras del informe Fungairiño), los componentes de la banda armada terrorista dan el segundo paso, consistente en perpetuarse mediante nuevas leyes y aplicación sorda del terror para poder seguir con su misión de "subsanar las deficiencias de que ese orden constitucional adolecía para mantener la paz pública" (ídem).
Punto tres. El estamento militar golpista siempre ha encontrado, entre la peña dedicada a la judicatura, conciencias de frágiles demócratas dispuestos a hallar, en la Constitución que se aprestan a traicionar, un articulillo que justifique, a priori y a posteriori, la escabechina.
Menos frecuente es que el fiscal del Estado de un país democrático justifique a quien justificó a aquellos militares, y que lo haga citando el artículo de nuestra Constitución que, según él, podría utilizarse en caso de urgencia.
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