Melodrama de gritos
La venganza hoy no está de moda; sigue trabajando de las más amargas maneras, y aparece en la sección de sucesos -o en la de política- a diario, pero no se admite en los códigos de ciudadanía. En los tiempos de Tirso, sí; sobre todo, en cuestiones de honor. Era imprescindible, sobre todo, en el teatro. Esta tragedia, o drama, o más bien melodrama -por la forma de representarlo ahora-, se desarrolla, claro, en tiempos de Tirso, sin casi tapujos: con su lenguaje, con sus alusiones; llamando "infanta" a la princesa de Israel, por ejemplo. Todos los autores del mundo han acudido a épocas o países distintos para aplicarlos a su entorno y saltarse censuras o disgustos. Tirso coloca aquí, con la garantía bíblica, la historia de una violación incestuosa, la de Tamar por su hermano Amón, y la puñalada mortal con la que la chica venga su honor, que ha sido abandonado por sus deudos. Pero se establece una duda: la de si Tamar lo que está vengando, en realidad, es que el absurdo Amón, su arrebatado hermano, la deje repentinamente y sin ninguna transición después del coito -post coitum omne animal triste- en lugar de enfrentar la vida con ella. En la Biblia no hay dudas: ella no desea el incesto. En el texto de Tirso hay más sombras. En la dirección de José Carlos Plaza resulta muy evidente. Todo se hace muy evidente con este director que abandona los juegos de Tirso: la violación se desarrolla en escena, y no deja de resultar un tanto obscena y ridícula, y cuando Tamar -Nuria Gallardo- pide venganza al rey David -Fernando Sansegundo, que resulta cómico-, está desnuda. La obra, de la que se ha dudado muchas veces si fuera tragedia o comedia, está convertida en tragedia de grandes gritos; a la griega. O a lo melodramático.No se puede decir que Tirso no escribiera un melodrama: lo hizo. No muy afortunado, aunque con algunos versos, algunas palabras bellas, que se conservan en la limpísima versión del poeta José Hierro, pero que se pierden en la dicción, como siempre, del terrible octosílabo español. Especialmente por parte de Amón -Joaquín Notario-; y a veces da vergüenza en pequeños papeles, aunque alguno de ellos resulte muy bien dicho, como el del maestro de armas -Iñaki Arana-. El octosílabo va machacando los oídos durante casi tres horas: es implacable, y ya resulta difícil escuchar otra vez los ripios de nuestro Siglo de Oro: "ojos" y "enojos" como ejemplo. Qué fastidio.
La venganza de Tamar
De Tirso de Molina, versión de José Hierro. Música original de Mariano Díaz. Intérpretes: Joaquín Notario, Miguel Foronda, Iñaki Guevara, Rafael Rojas, Víctor Villate, Nuria Gallardo, Itziar Álvarez, Maite Blasco, Pepa Sarsa. Escenografía: Francisco Leal y José Carlos Plaza. Dirección: José Carlos Plaza. Compañía Nacional de Teatro Clásico. Teatro de la Comedia.
El público estuvo triste y frío, excepto los ya entregados antes de que comenzase el espectáculo. Se aplaudieron mutis, especialmente de Nuria Gallardo, y su diálogo de final de la primera parte, con Notario, ingenua escena en la que ella acepta representar un papel de enamorada que supone que es otra, mientras el enloquecido y arrebatado y estúpido hermano se lo dice todo a ella. Hubo algún pateo al final, a la salida de Plaza y sus colaboradores; más bien parecía obra de una o dos personas aisladas, pero sonoras.
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