Padre-patrón

El Estado como padre-patrón: nos quejamos de él cuando nos deja abandonados en la nieve repentina, y él contesta que allá nosotros; que hacía demasiado mal tiempo para salir al socorro. Es, en realidad, padrastro. Es el hombre que entró en nuestra casa, se llevó a nuestra madre y nos engaña con ella: el tío de Hamlet. Sólo que nosotros no somos Hamlet: estamos más resignados. Dario Fo sabe mucho de eso, pero ayer entró en palacio y se llevó el dinero del Nobel de manos del rey de Suecia. Está bien: una vez que el padrastro da algo, hay que cogerlo: servirá contra él. Fo es un personaje riquísimo de ideas, de gestos, de palabras. No creía yo que los nórdicos le conocieran tan bien: creí que estaba en el mundo latino y era sólo uno de los nuestros. De estos países donde el disfraz preferido es el de destrozona; o de esqueleto, como en México, o de Diablo, como en Oruro.Pienso que los dadores del Nobel no se han enterado bien de qué clase de pájaro es Dario Fo, aunque quizá el que se ría tanto del Papa -de tantos papas como han atravesado por su vida: por papas, no por caracteres, por individuos- pueda gustar a los luteranos. O que quizá entiendan una forma del mensaje de Fo de una manera clásica y errónea: es "utilizado por la derecha" para mostrar su libertad de expresión, su capacidad de aceptar todo, mientras siguen aplastando a los otros rojos. Recuerdo un poderoso comunista de la clandestinidad, el querido López Salinas, cuando me decía: "Tememos que Triunfo esté haciendo el juego de la derecha, que os estéis prestando a que digan que en España hay libertad de expresión..." (cuando hablaban en nos, era el plural mayestático del partido). Hay gente de los de "quien no esté conmigo, está contra mí". Armando me hablaba hace muchos años en casa de Alfonso Sastre, que luego se trufó de zulos de ETA. Ayer le citaba -aquí- Savater, sin dar su nombre: podría ser el informador de Fo en su queja de la condena de la Mesa de HB. También a mí me ha parecido mal la condena, sin necesidad de que me parezca bien la política de Sastre, la de HB, la de ETA o la de Dario Fo. Ni la de Savater. Aún creo un poco en los gestos individualizados, en las salidas de tono libres, en lo extemporáneo; en el actor que sale solo en un escenario, con su nombre y sin disfraz ni maquillaje, para denunciar lo que él cree decisivamente malo. Entre otras cosas, al Estado.