La resurrección de 'Humphrey'
Tony Blair, -obligado a explicar el paradero del gato 'conservador' que desterró de Downing Street
Olvídense de política y llamen a Sherlock Holmes. En el Reino Unido la cuestión es bastante peluda y complicada: ¿qué es realmente lo que pasó con Humphrey? La pregunta que paralizó ayer al Gobierno británico fue lanzada por el influyente parlamentario e historiador tory Alan Clark, un ardiente crítico de Blair y apasionado defensor de los animales. Gracias a él, la oposición conservadora se anotó su primera victoria sobre el Gobierno laborista al obligar a Tony Blair a dejar bien claro que su mujer no había ordenado la eliminación de Humphrey, el gato oficial del Gobierno de Londres, que los Blair heredaron de John Major.Un tanto confundido y sentadqqqqqqqqqo sobre un- tapete de periódicos del día, el blanquinegro félino de ocho años posó anoche ante un grupo de fotógrafos transportados hasta una 11 casa secreta" tras una jornada de especulaciones sobre la suerte del gato. Ni más ni menos como en los casos de secuestro: Sospecha existía, porque, al fin y al cabo, Humphrey había desaparecido misteriosamente del número 10 de Downing Street hace un mes. Si hay algo letal para la carrera de cualquier político británico, es la falta de sensibilidad hacia los animales.
Agobiado por el embrollo de la fórmula 1, lo que menos quiere Blair ahora es echarse encima al poderoso lobby de los protectores de animales, especialmente en vísperas de la aprobación esta semana de una nueva ley sobre la caza de zorros.
Contrariamente a las "viles calumnias de la oposición", el gato vive y colea. La prueba maullante de que los Blair son inocentes era anoche la foto de Humphrey, el gato conservador. El euro, Irak, las consecuencias del colapso bancario en Japón y, sobre todo, la peligrosa controversia de las contribuciones secretas al Partido Laborista pasaron ayer a un distante segundo plano. El paradero de Humphrey dominó el briefing diario de prensa en Downing Street e inevitablemente puso en apuros al portavoz oficial.
Lo único que puedo decirles es que Humphrey está bien y goza de su jubilación en un suburbio de la capital. Es un sitio tranquilo", dijo. "¿Tranquilo como un cementerio?", le espetó un periodista. Cuando Blair salió de su casa, fue bombardeado, a preguntas. "Señor Blair, ¿donde está Humphrey? ¿Vive el gato, señor primer ministro?". Blair forzó una sonrisa, y abordó silenciosamente su coche.
En realidad, tenía poco que decir. Los servicios secretos británicos aún no habían dado con el paradero del felino, cuya suerte fue echada el mismo día de mayo en que los laboristas ganaron las elecciones. Para comenzar, Humphrey era conservador. Fue adoptado por John y Norma Major en 1989. Llevaba siempre un collar azul, el color de los tories. Los Major Incluso le habían colocado una silla en la sala de ministros. Cuando los Blair llegaron a Downing Street, Cherie se hizo fotografiar con Humphrey, pero su sonrisa no convenció a nadie, porque los gatos, y esto todo Londres. lo sabe, hacen poca gracia a la popular esposa del primer ministro.
Fuentes gubernamentales dijeron ayer que Humphrey estaba demasiado viejo y padecía de una afección renal. Cherie Blair estaba harta de la humedad" en las alfombras de su residencia, señalaron con un mohín. Pero dándole un giro inesperado a la historia del gato, el veterinario de Humphrey apareció anoche en la televisión para extender a su paciente un certificado de excelente salud. "humphrey está al cien por cien", dijo, desechando versiones oficiales de incontinencia. Aun así, el retorno del gato a Downing Street está descartado. En la nueva Inglaterra que el nuevo laborismo de Blair quiere construir, lo más adecuado es un nuevo gato. Altas fuentes políticas señalaban anoche que Humphrey no cuaja con la nueva imagen del Reino Unido. Es muy viejo y se mea sin control.Sea cual fuere el destino de Humphrey, cuya popularidad sólo es comparable a la de Socks, el gato de los Clinton (otro detalle de la vertiginosa norteamencanización de la política británica), lo cierto es que los Blair van a tener que hacerse, pronto con un gato. Será interesante ver cómo lo llamarán. Humphrey -del que anoche algunos dudaban que fuera el mismo gato que el fotografiado en una casa de los suburbios londinenses- obtuvo su nombre del superficialmente servil pero innegablemente astuto y manipulador personaje de la serie televisiva Sí, señor primer ministro.
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