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Reportaje:

Hijos de temporada

Leganés ensaya un plan de acogida temporal en familias para niños con pasajeros en sus hogares

Tres familias de Leganés se han estrenado como padres canguro. Han abierto sus hogares a niños cuyas familias están atravesando un bache temporal.Perciben por ello de 70.000 a 135.000 pesetas al mes. Se trata de una modalidad de acogimiento familiar que, como todas, pretende evitar que los niños tengan que ingresar en internados mientras sus padres resuelven sus problemas. Pero ofrece dos peculiaridades. Una es su carácter comunitario, ya que padres acogedores y biológicos viven en el mismo municipio, de forma que el niño no tiene que abandonar su entorno. La otra, su temporalidad, porque en un año, dos a lo sumo, los chiquillos vuelven con su familia, con la que en ningún momento han cortado amarras. Este programa piloto, con un coste de 70 millones para tres años, parte de un convenio firmado en noviembre de 1996 entre el Instituto del Menor y la Familia de la Comunidad y la Fundación La Caixa (que aporta 46 millones). Los padres biológicos deben dar su consentimiento y además reciben un apoyo especial a su situación.Nuria, una, madre de 37 años, tomó hace cinco meses la dura decisión de dejar a su hijo de 10 años, con cierta discapacidad, al cuidado de una de estas familias canguro. Separada, sin ayuda de su ex marido, desahuciada de su casa por no poder pagar la hipoteca, ha caído en una fuerte depresión. Abocada a vivir en la calle, pidió refugio a su madre. "A ella le molestaba el niño porque a veces se pone muy nervioso, y vi que no podían seguir juntos", explica. Su única alternativa era dejar que la Comunidad de Madrid tomase en guarda al chaval mientras ella resolvía su nudo anímico y buscaba una vivienda social y un trabajo. Pero le pareció que el calor de un hogar era mejor que un interna do. Sólo convive con su hijo los fines de semana. "Los domingos, cuando vuelve con sus padres acogedores, le noto triste, tan triste como estoy yo", comenta esta madre, que reconoce haber perdido la ilusión y la autoestima. "Estoy como en un pozo", confiesa. "Sé que le cuidan bien y le quieren, y les estoy muy agradecida, pero no veo el momento en que volvamos a vivir juntos", añade.

Paula, un ama de casa de 36 años, conoce la otra cara del programa. Ella y su marido son desde hace dos meses los padres canguro de una niña de dos años. Tienen también un hijo propio de siete años. "Llevábamos , tiempo intentando acoger niños de otros países por un tiempo, y esto nos pareció muy bien porque en la vida hay que implicarse", sostiene En principio, la niña vivirá con ellos tres meses. "Pero no nos importaría que fuera por más tiempo", asegura. No todo ha sido fácil. "Al principio, la niña no quería comer, y, claro, eso te duele", añade. Esta madre canguro dice que no quiere que la pequeña le llame mamá. -"Ella ya tiene una madre", apostilla.

Hermanita provisional

El trato, "habitual y cordial", con la familia biológica le ayuda a mantener las distancias, pero sabe que los sentimientos son traicioneros. Su hijo ha admitido muy bien a la hermanita provisional. "Aunque sé que a veces para él resulta difícil porque antes era el rey de la casa", matiza. Tiene claro que repetiría. Considera que el dinero que les pagan "viene bien porque hay que dar de comer y vestir a la niña", pero asegura que, también actuaría así sin remuneración.Josefina Belmonte, técnica coordinadora del programa, explica: "Hemos estudiado muchos casos, pero sólo hemos ensayado el acogimiento con cuatro niños, pese a contar con dinero para más, porque no todas las 'situaciones se ajustan a este modelo", añade.Los candidatos a padres canguro reciben un curso de 42 horas para saber a qué se van a en frentar. "Tiene que haber una remuneración porque acoger a un niño supone un gasto, pero rechazamos a las familias insolventes para evitar que los niños sean su fuente de ingresos", concluye Belmonte.

Miguel, un policia nacional de 39 años, y su esposa, Maribel, una, funcionaria de 43, son -reincidentes en el acogimiento. Hace un tiempo hicieron un hueco en su horgar, donde viven con sus hijos de 23 y 14 años, a dos niñas-guineanas a las que su madre, hacinanada en un piso, no podía cuidar. Aquello lo hicieron por su cuenta, tras saber del caso por conocidos.Desde, hace 15 días, en su casa viven dos hermanos de 13 y 5 años cuyo padre no se podía hacer cargo de ellos. "Tenemos muy claro. que hay que ayudar", explican. Por ahora, las cosas van "muy bien". "Nuestros hijos y los dos hermanitos se han hecho una pina, aunque es verdad que los técnicos nos advierten de que ésta es la fase de luna de miel, que vendrán tiempos. difíciles", aseguran. "Los chicos ven a diario a su padre, al que quieren con locura, pero también están a gusto con nosotros,", añaden. Miguel apostilla que su sensibilidad hacia los problemas de los niños le viene de patrullar durante años en el 091 por Usera y Villaverde, dos distritos con bolsas de marginación. "A diario ves mucho sufrimiento y te sientes impotente, así que sientes que debes hacer algo".

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