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Las heroínas de Luxor

Un grupo de investigadoras mexicanas recorre en solitario una región egipcia azotada por los ataques integristas

Las mujeres de la Asociación Nacional de Egiptología de la ciudad de México son unas heroínas. Se ganaron el título a pulso el pasado lunes cuando afrontaron con serenidad y firmeza la oleada de pánico que hizo huir a casi todos los turistas de Luxor. Ellas han preferido quedarse allí. Abrazadas a sus ruinas. El espectáculo es desolador. Los 30 miembros de está expedición se convierten a diario en comensales, prácticamente solitarios, de un inmenso comedor de un hotel de Luxor. Cada mañana se reúnen a almorzar juntas. Forman en una esquina del salón una especie de oasis. Son una nota de vida en medio de un desierto constituido por tazas boca abajo sobre las que se está acumulando el polvo, esperando en vano que alguien les dé la vuelta y las llene de café o de té.Las primeras horas posteriores al atentado no fueron las peores. Las pasaron en un templo cercano al de Hatshepsut, en el que se había producido la matanza, escudriñando con lupa las paredes del edificio. Media docena de soldados, fusiles en ristre, las custodiaban en el interior de la estancia y las urgían a que, acabaran cuanto antes y volvieran a esa. plaza fuerte y segura que es su hotel de Luxor.

Confiesan que el momento más difícil fue a la mañana siguiente. A todas las despertó el batido ensordecedor de las hélices de un enjambre de helicópteros y el ruido de las botas de centenares de soldados. Asustadas, temieron que se tratara de un ataque en toda regla de la guerrilla integrista. No sabían exactamente qué pasaba. El Ejército había tomado el centro de la ciudad y rodeado los alrededores del hotel. Tardaron algún tiempo en comprender que el despliegue de las fuerzas de seguridad tenía como epicentro el colindante edificio del Ayuntamiento. Se esperaba de un momento a otro la visita del presidente Hosni Mubarak. "Incluso a algunas de nosotras nos saludó y nos dio la mano", recuerda ahora una de estas heroínas. Trata de sobreponerse al recuerdo de aquel susto y con un plato cargado de dos cruasanes, una magdalena, tres trozos de queso, algo que podría parecerse a una loncha de jamón y un huevo duro. Las expedicionarias de la Asociación Nacional de Egiptología mexicana están dispuestas a finalizar su viaje de un mes y medio por la zona. Dicen sentirse seguras. Quizá porque nadie les ha explicado que los miembros del comando integrista que perpetraron el ataque de Luxor forman parte de una milicia mucho más numerosa que se esconde a unos 120 kilómetros de donde ellas están.Este grupo radical está dirigido por Al Farchutti, un miembro escindido del grupo integrista radical Ganiaa Islamiya. Pocos días antes de la matanza de Luxor sus hombres habían protagonizado en la zona dos importantes acciones guerrilleras. La primera tuvo como escenario un mercado de un pueblecito copto, próximo a la ciudad de Nag Hamadi -a 120 kilómetros de Luxor-, del que se tienen vagas y difusas noticias, excepto que en el ataque se produjeron decenas de muertos.

La segunda acción de los guerrilleros de Al Farchutti se desarrolló sólo tres días antes de la matanza de Luxor. Trataron de tomar la estación ferroviaria de Nag Hamadi, en el centro de la ciudad, con el objetivo de asaltar un convoy especial constituido por vagones de lujo en el que viajaban hacia Luxor centenares de turistas, procedentes de El Cairo. La milicia de Al Farchutti fracasó y sus hombres se vieron obligados a emprender una precipitada huida, dejando sobre el terreno los cuerpos sin vida de un comandante del Ejército y de tres soldados. Según los expertos en la lucha contra los islamistas armados, fue en- ese momento cuando el grupo radical se planteó como alternativa el ataque contra los turistas que visitaban el templo de Luxor.

Todas estas operaciones serían la prueba de que la Ganiaa Islarmiya ha estallado en centenares de grupúsculos autónomos. Todos ellos tratan de oponerse a la oferta de paz y diálogo efectuada el pasado 5 de julio por la cúpula dirigente del grupo integrista. Esta propuesta está avalada incluso por el jeque Omar Abdel-Rahmane, quien se encuentra cumpliendo cadena perpetua en una prisión de EE UU por- sus vinculaciones con un atentado cometido en Nueva York en 1995. Las egiptólogas parecen ignorar todo esto. Viven un apasionado reencuentro con sus piedras. Sin darse cuenta de nada más. Incluidos esos taxis misteriosos que van detrás de su autocar en cada desplazamiento. Son su escolta. Son grupos de policías que tienen como única misión asegurar la tranquilidad de las mexicanas. El Gobierno, entretanto, ha decidido mantener la presencia militar en Luxor.

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