_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los asesinos siempre ganan

El líder serbobosnio Radovan Karadzic no es sólo uno de los mayores asesinos que circulan en libertad hoy en día en Europa. Es, además, uno de los criminales más activos, bien encauzados y competitivos. Gana dinero a mansalva. Lo invierte bien. Y lo hace con toda impunidad. Es algo así como si Himmler se dedicara a tomar el té con alguna viuda en el centro de Madrid, en Embassy por ejemplo, después de haber firmado el último encargo de Zyklon B, el gas utilizado en Auschwitz para lanzar por la chimenea a la disidencia de opinión y raza. Y por supuesto, después de haber ingresado un par de millones de dólares en algún banco con conexiones exteriores.Presunto asesino. Pero el gran señor del flequillo y pelo canoso, el gran líder de la irredencia del santuario de Pale, es un simpatiquísimo personaje al que todos adoran en la zona independientemente de su religión. Rebosan sus cuentas corrientes e inversiones en Malta, en Grecia y en Chipre, mientras los serbios de Bosnia intentan distraer sus hambrunas y escaseces.

Fue él, el vanidoso lacayo del presidente serbio, Slobodan Milosevic, quien los lanzó a esa guerra tan sangrienta como absurda. Fue él, Karadzic, quien los sumió en el odio y en el miedo, en la penuria cotidiana, en la angustia diaria de quien ve enemigos en todo lo ajeno. Hoy, los serbios de Bosnia, que iban a ganar el mundo de la gloria, la unidad de la nación para la eternidad, el honor y el poder racial, viven en la miseria, en la continua sospecha y bajo la permanente amenaza de un ataque de los mil enemigos ganados, de sus mil víctimas que claman venganza.

Pero los que no están ciegos no dejan de ver las mansiones en Ginebra, los apartamentos y las lonjas en Salónica y las cuentas corrientes en todo el Mediterráneo oriental que nuestro querido patriota ha podido cosechar de la copiosa sangre que ha derramado su pueblo y los otros de la región. Estos beneficios y riquezas son el botín de guerra de nuestro héroe y patriota, Karadzic.

El poeta eternamente agraviado, siempre humillado por sus compañeros en la universidad, ninguneado por sus profesores, ignorado por la comunidad académica en general y por esa alegre jauría de intelectuales que alegraba Sarajevo antes de la guerra, orquestó la destrucción de esa ciudad que nunca lo homenajeó como él creía merecer.

La última vez que Karadzc habló con quien esto suscribe, estaba en Ginebra engañando a todos aquellos que, estaban desesperados por dejarse engañar. Los representantes de la Unión Europea estaban deseosos de que la fuerza de la realidad, de las armas, dejara a los Balcanes en una situación incontrovertible.

Era para muchos países europeos una cuestión extremadamente atractiva la vistoria de Milosevic y Karadzic. Los supuestos separatismos, que en realidad no eran sino la revuelta contra una ofensiva de la hegemonía racial serbia, se veían castigados por una terrible y sangrienta represión. El Estado yugoslavo, una falacia de los pactos de los vencedores de la I Guerra Mundial, era preservado a toda costa. Ahora, 300.000 muertos después, destrozada aquella quimera, los europeos quieren que los serbios voten a BiLjana Plavsic como gran baluarte del occidentalismo y la moderación. Plavsic fue una cómplice sanguinaria de Karadzc en su día. Hoy es la menos mala de las opciones. Los serbios de Bosnia votan ahora, pero esta elección. bajo un sistema de poder encanallado nunca será una legitimación para los vencedores. Gane Plavsic o los sicarios de Karadzic, la Bosnia serbia seguirá siendo una mísera región, gobernada por unos miserables sin escrúpulos, cuya única virtud es dejar al descubierto las miserias de esta Europa moderna, supuestamente unida y nuestra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_