_
_
_
_
Entrevista:

"La divulgación sigue siendo la asignatura pendiente de la ciencia española"

En el Museo Domus de A Coruña hay un gran contador electrónico que señalaba ayer a las 17.00, 5.922.874.516. El contador indica la población mundial en cada instante, y la cifra de la derecha salta a un ritmo agobiante: 2,7 personas más por segundo. Cuando un niño de nueve años, tras visitar el museo, te plantea que cuántos segundos tiene un día y recuerda que cada día hay en la Tierra tantas personas más como habitantes tiene A Coruña, ese ciudadano de nueve años ha incorporado a su conocimiento la base para entender el problema de la superpoblación.El padre de ese museo y de la Casa de las Ciencias, de la que depende, es Ramón Núñez, un químico coruñés de 51 anos que, tras 15 de experiencia docente, soñó con un centro de divulgación científica en su ciudad. "En la Universidad de Nueva York participé, en 1976, en un proyecto sobre la utilización de recursos ciudadanos para la enseñanza de las ciencias. Allí nació la idea", recuerda Núñez. Desde que abrió sus puertas, en 1985, la Casa de las Ciencias ha recibido casi dos millones de visitantes, y la Domus -la Casa del Hombre- se acerca a los 700.000 en dos años y medio. Estos dos centros y la actividad divulgativa que irradian se han convertido en una señal de identidad local e internacional de A Coruña. Pero el éxito no detiene el impulso, y ahora se prepara la Casa de los Peces, con acuarios y exposiciones, que abrirá sus puertas en 1999. El pasado sábado se entregaron en el Ayuntamiento de la ciudad los premios de divulgación científica Casa de las Ciencias, que han cumplido su décima edición.

Más información
Premio para Atapuerca

Pregunta. ¿Para qué ha servido la Casa de las Ciencias.

Respuesta. Para cambiar la imagen de la ciencia ante los ciudadanos.

P. ¿En qué sentido?

R. La gente tiene una imagen de la ciencia vinculada, por un lado, a sus experiencias escolares, y en la mayoría de los casos no son agradables. Es el recuerdo de las asignaturas suspendidas (matemáticas, física y química), de temas incomprensibles. Por ejemplo, ¡qué cosa más absurda que tu primer encuentro, y a veces único, con la química fuera aprenderte de memoria las valencias de los elementos y aprender a formular compuestos como el hipofosfito cálcico... sin ligazón a nada concreto.

P. ¿Y la curiosidad?

R. La curiosidad surge de la persona y entonces dice: "Quiero saber esta cosa, enséñeme".

P. ¿La divulgación cambia esa asociación negativa con la ciencia?

R. Más de una persona me ha comentado: "Si este museo hubiera existido cuando yo era niño, no habría ido por letras". Además, la ciencia se vincula a la sociedad a menudo en un entorno negativo: aparece al hablar de efecto invernadero, de agujero de ozono o de bombas. En la Casa de las Ciencias y la Domus la idea de ciencia se une a un rato de diversión, de ocio y de ambiente alegre. Para los chavales de los colegios es un día de excursión.

Así la ciencia se incorpora a la vida de la ciudad, y, lo mismo que se charla de fútbol o de pintura, se charla de dinosaurios -porque hay una exposición- o de exploraciones submarinas, o de Marte. Y no son sólo los museos. Estrenamos películas y programas. en el planetario, y organizamos continuamente conferencias, a menudo al filo de la actualidad. Pero la divulgación sigue siendo la asignatura pendiente de la ciencia española; es necesario diseñar cauces para que los investigadores expliquen al gran público lo que hacen.

P. ¿Estaba cojo el panorama de la oferta cultural sin la Casa de las Ciencias?

R. Exactamente. Y la oferta sigue estando coja en la mayoría de las ciudades españolas.

P. ¿Contaba con este éxito cuando empezó a soñar con la Casa de las Ciencias?

R. Creo que hay una demanda social, aunque esté oculta, hacia este tipo de oferta cultural. Pero en 1983, cuando pensamos en esto, ningún Ayuntamiento de España se planteaba que una de las formas de invertir el dinero de los impuestos fuera crear centros de divulgación científica. El alcalde de A Coruña creyó en esta idea y el Ayuntamiento ha sido el único padre que ha dado de comer a la criatura.

P. Pero el truco no puede residir sólo en la demanda, porque si la oferta no es satisfactoria... ¿Cúales son las claves que usted ha puesto en juego?

R. Personalmente, creo que me ha ayudado mucho la experiencia docente durante 15 años, en universidad y en colegios, e incluso el contacto con el nivel de preescolar. Uno de los recuerdos más bonitos que tengo es haber hablado con niños de cuatro años sobre ciencia, escucharles y tratar de entender cómo se explican el mundo. Me parece importante el ser capaz de meterte en la cabeza de alguien que no sabe nada pero que honestamente quiere aprender.

P. ¿Cuál es el objetivo de la divulgación, que la gente se divierta, que aprenda...?

R. Que aprenda descubriendo. La clave está en la provocación intelectual. Un módulo de una exposición consigue su objetivo cuando logra descolocarte, cuando consigue hacerte pensar que aquel patrón de conocimiento que te resultaba cómodo para comprender algo no te vale ya. Cada recolocación que haces de tu esquema mental para adaptarlo a una nueva experiencia es aprendizaje.

P. ¿Por qué necesitan los ciudadanos conocer la ciencia?

R. Porque conocer más ciencia es tener más poder, siguiendo la vieja idea de Francis Bacon. Y porque el saber más te hace más culto, en el sentido de persona en mejor equilibrio con su entorno, que en el caso del equilibrio tecnológico significa no sentirse dominado por las cosas que te rodean, como un fax, un ordenador o la misma electricidad. El conocimiento científico, además, es imprescindible para una auténtica democratización de la sociedad. Las personas participan en elecciones de programas políticos que tienen que pronunciarse sobre medio ambiente y tecnología, fertilización in vitro o ingeniería genética, moratorias nucleares o vertidos, y tiene que mejorar la cultura científica de la sociedad para que no sea tan fácil de manipular.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_