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Tribuna:VISTO / OÍDO
Tribuna
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Calidades distintas de los muertos

El desastre de Melilla causó víctimas, murieron personas, produjo muertos, leo en los periódicos. Ninguno dice que eran musulmanes, y los libros de estilo lo avalan así: una religión no tiene nada que ver con la calidad de un suceso. O sí. Una religión puede ser una situación social. Incluso hay religiones que se sublevan y se convierten en siniestras: en la matanza de Egipto no deja de decirse que los asesinos eran islámicos, sin dejar de añadir la palabra integristas como para decir que los islámicos moderados o retraídos son buenos; y que sus víctimas eran "turistas", lo cual viene a ser una designación de ajenos, de occidentales, de blancos. Es muy difícil tratar con justicia estas cuestiones de razas, nacionalidades o religiones. El accidente de Melilla se publica en este periódico, ayer, junto a una carta de un lector (Agustín Olivera Martín, Madrid), que comienza: "Siempre se quedan sin vivienda los más humildes, los que han necesitado el sudor de una vida injusta y dura para tener cuatro paredes frágiles...". Se refiere a las víctimas del agua en Extremadura. Podía referirse al depósito de agua en prueba, agrietado ya, culpable, sobre el poblacho musulmán de Melilla.¿Como los podríamos llamar? No es correcto usar el nombre de una religión. Tampoco podemos decir "moros": es una, palabra que, injustamente, ha tomado rasgos peyorativos -moro viene de "maur", occidental, del imperio mauritano- por el acento o el asco con que lo pronunciaron los colonialistas. No se puede decir marroquíes: muchos no lo son, sino ciudadanos españoles. Ni "pobres": seríamos acusados de demagogia. ¿Árabes? Quizá fuera demasiado racista. Lo mejor es no decir nada. Personas: es una manera todavía digna de llamar a la gente, aunque no se podría decir simplemente que en Egipto una banda de personas había asesinado a otras personas desarmadas. Sin faltar a la esencia del tema. Los falsos prejuicios lingüísticos, las posesiones especiales del idioma, los disimulos o los aspavientos están siendo una forma corriente de ocultar verdades fundamentales. Los muertos de Melilla eran musulmanes: esto es, en esa ciudad, pobres. No lo eran los constructores del depósito de agua, los compradores y vendedores de los materiales, los que dieron las licencias, los que miraron a otro sitio cuando les señalaban las grietas. O quizá fueron ricos -es una conjetura- a partir de esa obra y de su olvido.

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