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Entrevista:LA CUMBRE DEL EMPLEO

"Hay que imprimir la misma pasión al empleo que al euro"

Xavier Vidal-Folch

Martine Aubry (París, 1950), número dos del Gobierno socialista francés, es la capitana de su orientación social y del reequilibrio entre moneda y empleo en la Unión Europea (UE). Nacida Delors, la alcaldesa adjunta de Lille y ministra asegura en esta entrevista mantenida ayer en su despacho que si la cumbre de los Quince sobre empleo convocada por su culpa para mañana resulta un fracaso, lo denunciará. Y se defiende enérgicamente de las criticas contra su plan de empleo juvenil y su proyecto de reducir la jornada laboral de 39 a 35 horas.Pregunta. ¿Existe la solución inequívoca contra el paro?

Respuesta. No. Los países industrializados nos equivocamos desde la crisis del petróleo porque pensamos que habría una solución, que el retorno al crecimiento eliminaría el desempleo. No es así. No hay una receta única, tampoco lo es la reducción del horario por sí sola. Hay que explorar todos los caminos posibles.

P. Los políticos se resisten a experimentar y aplicar al empleo el método científico de la prueba y el error.

R. Es culpa de la ideología, neoliberal. Domina el mundo e impregna los espíritus. Propugna una receta única, la ausencia de reglas. Pues bien, en EE UU, donde más se ha aplicado, el 20% de los más ricos han incrementado su riqueza en un 25% y a la inversa. La exclusión es creciente. Es la sociedad de tres cuartos, el primero va bien, el segundo sobrevive, el tercero queda en la cuneta. Por el contrario, el modelo europeo persigue el bienestar del 100% de los ciudadanos.

P. El modelo que critica se ha intentado en todas partes.

R. Frente a él, estamos reconstruyendo otro, que persigue un reequilibrio entre el mercado y el Estado, entre la política y los agentes sociales, entre la riqueza y su reparto. Pugnar por esta alternativa en un contexto de globalización exige abnegación y coraje, porque sus efectos se verán a largo plazo. Pero no soy nada pesimista. ¿Es explicable que el enorme esfuerzo que hacen los europeos para alcanzar la moneda única no se aplique también a combatir el paro juvenil? Hay que imprimir la misma pasión a la creación de empleo que la aplicada al euro.

Causas del desempleo

P. Entre las causas del desempleo europeo, ¿cuál es la principal? Bajo las críticas a la globalización late un neoproteccionismo frente a los países emergentes.R. Desregular no es la respuesta. El mercado aporta iniciativa, eficacia y competencia para la creación de bienes individuales. Los neoliberales pretende hacernos creer que esa ley basta para crear bienes colectivos, para toda la economía y toda la sociedad. No es así, la apoteosis del mercado tiene también efectos perversos, el individualismo, la ley del más fuerte, la rentabilidad sólo a corto plazo. Si la globalización se reduce a la especulación financiera, nadie gana. El gran problema es que vivimos del modelo de desarrollo económico-productivo del pasado, de los 30 años gloriosos. Salvo los excluidos, los ciudadanos europeos han cubierto ya sus necesidades individuales primarias, tienen casa, coche, audiovisual. Hemos de saltar a una nueva etapa en la que las nuevas necesidades son colectivas: sanidad, seguridad, educación, cultura. Y que son necesidades fuertemente creadoras de empleo. Dicho como caricatura, en EE UU, 40 millones de ciudadanos carecen de atención hospitalaria ¡mientras proliferan las clínicas para animales! ¿Somos capaces los europeos de concebir un sistema que, respetando el mercado, se base al tiempo en cubrir las nuevas necesidades y generar puestos de trabajo, saltando de la industria tradicional a los servicios y a las nuevas tecnologías? La cumbre de Luxemburgo es la gran ocasión para ello.

P. Francia reclamó en Amsterdam el reequilibrio de lo monetario con lo económico-social y un embrión de, Gobierno económico europeo. ¿Cómo evalúa los resultados alcanzados hasta ahora?

R. Los ciudadanos europeos rechazan la deriva hacia modelos de exclusión. El despertar de las conciencias se ha acelerado desde Amsterdam. La izquierda ganó en Francia en 1997 sin la adhesión afectiva de 1982, más bien con la exigencia expectante de la ciudadanía. Nos han dicho: "Impediremos que os equivoquéis" ' Está presión de la opinión pública se generaliza en toda la UE. Cuando llegamos, el escepticismo llovió sobre nuestras propuestas, y eso que íbamos con determinación, pero también con modestia. El progreso en cuatro meses es inmenso ¿Quién lo imaginaba entonces? El empleo está ya en el corazón de la política europea. No propugno una política de empleo comunitaria en sentido estricto, pero sí crear el marco general y explicitar objetivos comunes concretos.

P. ¿Qué espera de la cumbre?

R. Creemos, con Austria, Suecia, Finlandia, Italia y otros, que el documento de la presidencia constituye un "programa mínimo": reafirma la coordinación de políticas económicas; anuncia nuevos medios financieros del BEI (Banco Europeo de Inversiones); apoya el diálogo social sobre las condiciones y duración del trabajo, con reglas globales para evitar que, por ejemplo, la huelga de camioneros franceses perjudique a sus colegas españoles; y establece líneas directrices. Estas han empeorado en cuanto al objetivo global de la Comisión [crear 12 millones de empleos en cinco años], pero nadie ha cargado contra los objetivos sectoriales concretos para los parados de larga duración, empleo de jóvenes y umbrales de formación profesional. Es un programa mínimo pero bueno, aceptable, que no debe ser alterado. Maastricht no fue flor de un día. Luxemburgo es la primera etapa de un proceso. Sus objetivos suponen un progreso formidable: ¡Hace un año, lo que estaba en boga era proponer el desmantelamiento de la protección social europea!

Sanciones morales

P. Pero el método para vigilar el cumplimiento de esos objetivos de empleo es menos vinculante que el de la convergencia monetaria. Éste multa el exceso de déficit; aquél, ni siquiera explicita que habrá recomendaciones a cada Gobierno. Algunos, como el español, se resisten a ellas.R. La gran sanción en la unión monetaria es no poder alcanzarla, quedarse fuera, out. Con el empleo será parecido: los Gobiernos se arriesgan a quedarse out. Habrá sanciones morales. Saldremos de la cumbre con un éxito. Pero si no lo hubiera, si fuese un fracaso, lo denunciaríamos, porque la irresponsabilidad conduce al populismo. El Gobierno español objeta que sus competencias en empleo están distribuidas entre las comunidades autónomas, es comprensible. Y teme que si no progresa bastante rápido en empleo se le apliquen retorsiones sobre los fondos estructurales. Pero me parece que la sanción más fuerte será, en su caso, la de la opinión pública. El problema alemán es distinto, más ideológico, a causa de los liberales en un gobierno de coalición. Estoy segura de que el canciller Kohl sabrá comprender la aspiración de la opinión pública.

P. Muchos denostaron su paquete de empleo juvenil para crear 350.000 empleos locales y de proximidad porque "creará, empleos artificiales" y es caro.

R. También muchos lo aplauden, lo votaron diputados de la oposición, y el 80% de las corporaciones locales lo está aplicando. El ministro holandés acaba de lanzar un plan similar, pero aún más ambicioso: quiere crear 100.000 puestos, sobre 350.000 parados, equivalente a un objetivo de un millón en Francia. Nuestro plan impone condiciones muy severas: no deben ser empleos públicos ni competir con el sector privado. La mitad de los ancianos hospitalizados lo están porque carecen de servicio a domicilio. La factura de una estancia diaria en el sistema de Seguridad Social es de 3.000 francos diarios, el coste laboral de tres o cuatro trabajadores a domicilio. Cuesta dinero, pero también reciclamos el dinero negativo en positivo.

P. Otros dicen que son empleos inventados".

R. Se trata dé cubrir necesidades importantes, con racionalidad económica y permanencia en el futuro, de modo, que en cinco años encuentren financiación alternativa solvente. El secreto es elegir bien el nuevo oficio en ámbitos como los servicios personales, medio ambientales o la calidad de vida. Y la profesionalidad. Un ejemplo. Los intermediarios de biblioteca son muy útiles para niños de barrios que no tienen libros en casa, como guías para que reencuentren el placer de la lectura. Este servicio existe ya para adultos en clínicas de Lille y sus usuarios ya pagan por él.

P. Pesan sobre los presupuestos municipales.

R. El Estado financia un 80% y los municipios, el 20% restante. Para un alcalde con problemas de paro, aumentar el empleo al tiempo que se incrementa la seguridad ciudadana con guardianes de inmuebles, es algo formidable. No conozco a uno sólo que rechace participar en el plan.

P. Un temor es que a los cinco años se conviertan en funcionarios y agraven el déficit.

R. La clave es que se escojan oficios auténticos. Los prefectos rechazan muchos proyectos porque en cinco años no tendrán validez ni se podrán autosostener. Quizá susciten problemas entre un 10% y un 20%. Pero valen los ejemplos. En Lille hicimos un programa para crear 500 puestos de nuevo tipo. Ahora empezamos el tercer año y ya existen 320. Al principio su coste recaía en el municipio en un 70%; ahora, ha descendido al 35%, porque se encuentran otras vías de financiación.

P. Lo sufragan reduciendo gasto militar. Pero sin política de Defensa "peligra la construcción europea", ha escrito usted misma.

R. Buena parte del gasto se debería hacer a nivel europeo, por las economías de escala. La gran reforma del anterior Gobierno profesionalizando la mili sacó las lecciones de la caída del muro de Berlín. Ya no existe aquel enemigo del que había que defenderse. Además, el equipamiento de Francia está sobredimensionado y el presupuesto de Defensa sigue siendo el segundo, tras el de Educación. Puede digerir un ahorro de 2.000 millones de francos. Todos los ministerios, y no sólo el de Defensa, se han apretado el cinturón.

P. Suscolegas la deben odiar.

R. No, ¡qué va! Todos compartimos el objetivo. El equipo está muy unido.

P. Otros colegas suyos, alemanes, se frotan las manos porque Francia reducirá la jornada a 35 horas. Calculan que su país le sacará ventaja.

R. La reducción del tiempo de trabajo no es la panacea, es una entre varias respuestas. Es también una apuesta de la sociedad. Todo el mundo se queja por falta de tiempo para dedicarlo a la familia, a la cultura. Ya hace mucho tiempo tuve un gran aplauso en un mítin cuando anuncié que apoyaba las 35 horas. Pero dije también que mi siguiente anuncio gustaría menos: establecer 35 horas pagándolas como 39 no sólo no crearía empleos sino que los destruiría, arruinaría la competitividad.

P. Muchos lamentan, por excesivo, que haya optado por una ley en vez de por la negociación.

R. ¡Si el plan lo deja casi todo a la negociación, y además en un plazo de dos años! El contenido de la ley, que pasará en enero a la Asamblea, es muy sencillo: un artículo que establece el horario laboral en 35 horas semanales de aquí al año 2000. Y un capítulo que detalla las compensaciones o estímulos en ese período. Todo el resto, salarios, ritmos... está por negociar. Hay precedentes. Ya son un millar las empresas que han pasado de 35 horas a 32 horas en el marco de la ley del anterior Gobierno.

P. ¿Cómo se financia?

R. Será producto de la negociación. En parte, la empresa, a cargo de la mayor productividad que obtendrá de la reorganización total de sus métodos y circuitos. En parte, los asalariados, más que bajando sueldos, a cargo de algún punto de moderación salarial en el período. En parte, el Estado, que descontará desde 9.000 francos de las cotizaciones sociales a las empresas que rebajen un 10% la jornada (a 35 horas), hasta 14.000 francos si la reducen un 15% (a 32 horas), con lo que se reducen los costes indirectos del trabajo. El principio es que quien quiera ir más lejos obtendrá más ayuda. Y quien antes se apunte, más ventajas consigue, porque los beneficios son decrecientes.

P. ¿Y al final del periodo?

R. Será entonces cuando, atendiendo a la situación económica del momento y al ritmo de crecimiento, se decidirá si quien quiera trabajar más de 35 horas deberá computarlas como extras, un 25% más caras.

P. Otros critican, por defecto, la ausencia de un big bang.

R. La negociación y las reorganizaciones empresariales exigen tiempo de maduración. Las ayudas a la reducción horaria son claras y escalonadas, a las empresas les interesa acogerse cuanto antes. Y el apoyo es más alto para quien reduzca más.

P. Bastantes economistas recuerdan que la oferta de trabajo no es una constante fija que pueda repartirse, sino una variable que depende de muchos factores.

R. Y yo estoy de acuerdo con ellos. No pretendemos repartir el pastel actual, sino aumentarlo y repartirlo mejor.

P. Su tercer paquete se conoce menos, la reforma de la financiación de la Seguridad Social.

R. Deprimir la demanda acaba conduciendo a crisis como la del Japón, que ha visto hundirse el poder adquisitivo y en consecuencia el consumo privado. El crecimiento económico francés es débil porque el consumo no tira. Eso exige relanzar el clima de confianza, y para ello estamos fijando en el Parlamento reglas sostenibles en un horizonte de cinco años, evitando cambiarlas a golpe de capricho. Reglas para reducir los costes indirectos del empleo. Hasta ahora, los salarios financiaban la Seguridad Social casi en solitario. Hemos transferido parte del coste a la CGE [un impuesto directo universal] de modo que las rentas de capital contribuirán con 25.000 millones de francos.

P. ¿Qué estabilidad exhibe un país sometido a tres cohabitaciones, la del presidente y el primer ministro, la de la coalición gubernamental y la de la dividida oposición?

R. La cohabitación no es un problema. Funciona. El presidente y el primer ministro son republicanos y demócratas. Chirac no se metió con la ley de reducción del tiempo de trabajo, enfatizó la necesidad de negociación. El verdadero problema es la ausencia de una línea coherente en la derecha, por lo que a veces utiliza argumentos propios de la extrema derecha.

P. ¿Qué aprendieron de su anterior etapa en el Gobierno?

R. Que no basta con impulsar el crecimiento y realizar una gestión clásica de la economía; que se debe acumular coraje para hacer una reforma fiscal que grave también las rentas de capital, no para hundirlas sino para reequilibrar el esfuerzo de las rentas salariales; que no todo puede hacerse por ley, sino que debe acudirse a la gente, actuar sobre el terreno, negociar.

P. ¿Cómo reequilibrar el peso europeo de Alemania y reconstituir la locomotora germanofrancesa?

R. Francia debe apostar al mismo tiempo por la complicidad con Alemania, de la que nos atrae su eficacia y rigor, y por convertirse en animadora del Sur innovador y vivo, incluyendo al este y al norte de Africa. Somos ambas cosas.

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