Ascenso y caída de un líder
Su trayectoria política culminó a mediados de los setenta. Al lado del italiano Enrico Berlinguer y del español Santiago Carrillo, Georges Marchais fue el protagonista de una estrella fugaz política: el eurocomunismo. Se desvaneció rápidamente, pero en su momento parecía capaz de lograr una conciliación definitiva entre comunismo y democracia, capitalizando la larga marcha de sus tres partidos en la lucha antifascista y por los derechos de los trabajadores, mientras se disipaba la sombra de la dependencia ideológica y política respecto del marxismo soviético. Todo ello en un marco de avance hacia el poder: en 1976, el PCI de Berlinguer estaba a punto del sorpasso, el PCE no era legal pero sí "el Partido" frente al nuevo PSOE, y el PCF esperaba alcanzar pronto el Gobierno dentro de la Unión de la Izquierda. La semilla de los frentes populares parecia triunfar sobre la dictadura y el terror del estalinismo.
Hombre de 'aparato'
Nada hacía prever que la renovación en el PCF llegase de la mano de Marchais. Su ascenso se había debido a su condición de hombre de aparato fiel a Maurice Thorez y a Moscú, y martillo de herejes desde su puesto de secretario de organización en los sesenta. Incluso se había opuesto en 1968 a la disconformidad esbozada por su predecesor, Waldeck-Rochet, ante la invasión de Checoslovaquia ordenada por Breznev. Sin embargo, al año de consolidarse en el puesto, en 1972, publicó El desafio democrático: la vía francesa al socialismo pasaba por la aceptación de los procedimientos democráticos y el pluralismo, asumía los rasgos de la tradición política y cultural francesa y, eso sí, se apoyaba en el éxito histórico de la URSS. Todavía los comunistas franceses no se permitían la crítica mesurada que emplearán en libros como La URSS y nosotros, poca cosa en comparación con lo escrito por italianos y españoles. Detrás de Marchais, que daba buena imagen en televisión de líder incisivo y populista, estaba el Programa Común de la izquierda, la alianza con socialistas y radicales de izquierda acordada en 1972. En 1976, el PCF confirma su 'Ma democrática" y rechaza la dictadura del proletariado. Con 20 años de retraso, reconoce el informe Jruschov. En 1977, listas electorales únicas con el PS y gran éxito: 71 alcaldes comunistas en ciudades importantes. De repente, la ruptura y vuelta a la ortodoxia. El socialismo volvió a ser el enemigo y el PCF pasó de casi seis millones de votos en 1978 a poco más de dos en 1993. La agresividad verbal de Marchais le convirtió en "el hombre de Cromagnon" de la izquierda, según Mitterrand. Y como cabía esperar, se opuso hasta el fin a la renovación emprendida por su sensato sucesor, Robert Hue.
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