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Yeltsin hace rodar cabezas por un caso de corrupción

El escándalo desatado en Rusia a raíz de los desproporcionados honorarios que un grupo de altos funcionarios recibió por un libro sobre las privatizaciones en Rusia aún no publicado hizo rodar nuevas cabezas ayer, pero Anatoli Chubáis, el primer vicepresidente del Gobierno y hombre clave de la política de reformas del actual régimen, conservó su puesto. El líder ruso, Borís Yeltsin, destituyó al viceprimer ministro y titular del departamento de Privatizaciones, Maxim Boiko, así como a Piotr Mostovói, jefe de la Dirección Federal para Bancarrotas, pero rechazó la dimisión de Chubáis.

Yeltsin ha despedido en dos días a tres altos funcionarios y ha dejado claro que no está dispuesto a seguir tolerando las acciones escandalosas de los políticos del régimen que desprestigian al Gobierno. Chubáis se salvó sólo porque, en estos momentos, su cese tendría consecuencias negativas para la economía rusa y porque el presidente no tiene un candidato para reemplazarlo.Aunque Yeltsin no aceptó la dimisión presentada por Chubáis -un hecho insólito en Rusia, donde no se acostumbra a ofrecer la renuncia bajo ninguna circunstancia-, le dio un rapapolvos telefónico, durante el cual subrayó que consideraba "inadmisibles semejantes acciones", según informó el servicio de prensa del Kremlin. Chubáis y otros reformadores de su círculo recibieron cada uno 13 millones de pesetas como adelanto por un libro sobre las privatizaciones en Rusia. Yeltsin, según la nota de prensa del Kremlin, "no piensa que se haya violado la ley, pero considera que no es correcto que funcionarios del Estado realicen semejantes acciones". Anteayer, Yeltsin había destituido a Alexandr Kazakov, vicejefe de la administración presidencial responsable de las relaciones con las repúblicas y provincias de la Federación Rusa, que también figura entre los autores de la obra inédita. Kazakov, sin embargo, conserva su puesto de presidente del Consejo de Directores de Gazprom, la gigante empresa monopolista del gas ruso.

Los millonarios honorarios fueron denunciados el miércoles por el periodista Alexandr Minkin y al día siguiente los parlamentarios rusos pidieron al fiscal general que investigara el asunto, en el que veían un claro ejemplo de soborno encubierto. Chubáis acusó el mismo jueves al multimillonario Borís Berezosvki -destituido recientemente de su puesto de vicesecretario del Consejo de Seguridad a petición de Chubáis y de Borís Nemtsov, el delfín presidencial- y a su actual aliado, Vladímir Gusinski, de estar detrás de las acusaciones.

Chubáis ha reconocido que los honorarios cobrados por el libro son demasiado altos y que "el reproche está justificado", pero, al mismo tiempo, ha advertido que "bajo ninguna presión regresará [como Berezovski y Gusinski desearían] a las reglas injustas de las subastas de privatización, en las que de antemano se daba preferencia a determinado empresario".

La posición de Chubáis queda debilitada después del cese de sus colaboradores más cercanos, mientras que la del primer ministro, Víktor Chernomirdin, se refuerza aún más.

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