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Razón o sinrazón de Estado

Constitución EspañolaDisposición adicional primera: "La Constitución ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales.

La actualización general de dicho régimen foral se llevará a cabo, en su caso, en el marco de la Constitución y de los Estatutos de Autonomía".

El problema en el que estamos embarcados los vascos es práctico y no dogmático. El Derecho debe ayudar a solucionarlo, pero no debemos olvidar que el Derecho es un juego de artificios que no nos va a dar la solución, sino sólo las herramientas para resolver las decisiones políticas que previamente hayamos adoptado.

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Podemos, si queremos, entender que la propuesta de Elkarri -que la disposición adicional primera de la Constitución permite abrir una discusión sobre la, actualización de los derechos históricos- tiene su valor propio, con independencia del problema de la violencia. Nos engañaríamos. Elkarri es una asociación directamente heredera de aquella que, utilizando la amenaza de la violencia de ETA, consiguió modificar la voluntad democrática de los vascos en un problema que poco tenía que ver con la institucionalización del país y con la constitucionalidad como era el trazado de una autovía. Pero olvidemos agravios pasados, aunque nos hayan herido a los demócratas. La propuesta actual, que sí tiene un alcance institucional y constitucional, no habría tenido la misma repercusión si detrás de ella no quisiera suscitar la esperanza de resolver el problema de la violencia.

Pues bien, el primer peligro que debemos superar es el de la confusión entre esos dos planos. No podemos aceptar que la violencia haya de determinar nuestro modelo constitucional y autonómico. Es, seguramente, la conclusión más clara desde la lógica política, aunque, psicológicamente, la más difícil de hacer comprender, pues la gente espera la paz incluso contra cualquier esperanza razonable. Y no se trata simplemente de un cálculo de futuro, que nos hace prever que la violencia de ETA sigue su línea, con independencia o, acaso, reforzada por las concesiones que obtiene en el camino. Es que el mismo modelo democrático de Estado, en el que vascos y no vascos hemos de coincidir, debe hacerse según los criterios pacíficos que los ciudadanos tengamos en el momento de consolidar nuestro pacto democrático. Por razón de Estado.

Pero, dejando aparte todo esto, la propuesta de Elkarri es política, y como tal debe ser recibida. Lo que no quiere decir que los demás tengamos que estar de acuerdo con su contenido, aunque sí en la conveniencia de aceptarla como objeto de diálogo, e incluso en la necesidad de que los partidos la acepten como objeto de diálogo si es avalada por HB o por otro partido.

Pero entonces viene el segundo peligro. Tras el evidente dato constitucional de que Euskadi y. Navarra presentan hechos diferenciales notables, nos toca tener nuestra propia opinión de adónde nos conduce una dinámica centrífuga en la construcción no ya de nuestra integración constitucional en España, sino de la integración de nuestro propio País Vasco. La disposición adicional primera puede ser interpretada como una fórmula de apertura -la actualización de los derechos históricos está pendiente todavía- o como una fórmula de cierre -la actualización se ha realizado por la Constitución y por los estatutos- Una propuesta de solución que tienda a interpretar esa disposición adicional como reapertura de un proceso para institucionalizar el país y para acomodar la Constitución resultaría desastrosa para nuestra convivencia. Esto es, aun cuando sea una fórmula viable jurídicamente, tendría, políticamente, efectos perversos.

En primer lugar, porque, planteada de forma conjunta para Euskadi y Navarra, como propone Elkarri, iba a aumentar el enconamiento entre nuestros dos pueblos vascos.

En segundo lugar, porque, aun limitándonos a la población vasca de sólo Euskadi, los vascos sabemos que bastante más de la mitad de ella -la mitad que no vota nacionalista más una buena parte que vota nacionalista sin comulgar con las posiciones duras de esta ideología- desea sobre todo estabilizar nuestra situación política, pese al profundo escepticismo que nos está invadiendo con respecto de la Constitución, del Estatuto, de los fueros, de los derechos históricos, de las reivindicaciones nacionalistas, de los partidos, de los símbolos y de las banderas (o ikurriñas).

Todavía ahora, por aburrimiento, por pereza mental de los responsables de los partidos o por esa quimera de que acaso así se acabe con la violencia, podemos imaginar la aceptación de una proposición de ley o no de ley como la propuesta por Elkarri. No sé si los que manejan el tan impreciso término de actualización foral de los derechos históricos se dan cuenta de la vía de ruptura de la vertebración vasca que habrán abierto: la reinterpretación de los derechos forales no en el sentido unitario e íntegrador al que el Estatuto ha tendido, sino en el sentido más "histórico" de esos derechos, que es el de la división entre Guipúzcoa, Álava y Vizcaya. Pues, como sabemos todos los vascos y yo pensaba que también sabían los que desde fuera nos quieren ayudar, las tesis y los programas nacionalistas no unen, sino que dividen a los vascos según el territorio en el que vivan.

Si yo afirmo que nosotros estamos aburridos, no quiero pensar en lo aburrido de nosotros que debe de estar el resto de los españoles, empezando por nuestros hermanos navarros. Por eso, para no dar más la lata, quiero terminar rápidamente.

La definición del Estado de las autonomías debe partir del reconocimiento del hecho diferencial. Pero si éste es el puerto de salida, el de arribada tiene que ser buscar la estabilidad, entre los vascos y entre las distintas comunidades de España, como un bien constitucional. Un proyecto de Estado como fórmula de convivencia política que no provoque efectos inducidos de inseguridad en la consolidación de la Constitución. La razón y no la sinrazón de Estado.

José Ramón Recalde es catedrático del ESTE de San Sebastián.

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