Realidad
Tengo una amiga que es actriz. Yo diría que es incluso una gran actriz dramática, razón por la cual se gana la vida rodando culebrones para la tele.Lleva un par de años interpretando a la mujer malvada de una serie muy popular en Cataluña, pero lo va a dejar porque le trae demasiados quebraderos de cabeza.
Como su personaje es una ludópata, cientos de vivales la esperan en el portal de su casa para ofrecerle números de las muy variadas loterías nacionales y la insultan cuando los rechaza. En más de una ocasión le han gritado "¡asesina!" por la calle, y su hermana está harta de decir "¡no es mi hermana!" cada vez que alguien le informa con gran indignación que su hermana es una cerda porque se acuesta con el novio de su hija. Estuvo a punto de cambiar de domicilio ante la hostilidad de los vecinos, los cuales se negaban a tomar el ascensor en su compañía hasta que el portero, un gallego filósofo, calmó los ánimos con un argumento irrebatible: "¡Señores! ¡De algo hay que vivir". Me estaba contando sus desdichas en el Museo de Arte Moderno cuando nos interrumpió una señora con el rostro congelado: "¿Pero qué haces tu aquí? ¿No estabas en la cárcel? ¡Acabo de verte allí esta misma tarde!".
Clase media alta, bien trajeada, interesada por el arte moderno.
La televisión ha transformado decisivamente la concepción popular de la realidad de tal manera que ahora la alucinación es mucho más frecuente que en épocas de intensa religiosidad como la Edad Media o el Egipto de los faraones. Antes, los santos milagreros estaban en las iglesias, hoy están en todos los hogares.
El desarrollo técnico no nos trae más racionalidad, sino una apoteosis del delirio.
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