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FÚTBOL: DÉCIMA JORNADA DE LIGA

El Depor entra en coma

El Mérida gana en Riazor tras fallar Djalminha un penalti

Xosé Hermida

La tarde fue tan inclemente que a Riazor sólo se acercaron 15.000 personas, algo más de la mitad del aforo de un estadio todavía en obras. 15.000 héroes o 15.000 maníacos del Deportivo, que renunciaron al calor de la sala de estar o al espectáculo de las olas gigantescas elevándose sobre la playa inmediata al campo para sumergirse en un viaje al centro mismo del horror futbolístico. Ni el diluvio de la primera parte justifica el simulacro de partido. El Deportivo ha entrado en coma y ya pide un cura. Para que le imponga la extremaunción.El Mérida no logró escapar a la pesadilla de la lluvia. Llegaba con el recuerdo fresco del drama de las inundaciones y en A Coruña soportó otra feroz descarga de los cielos. Pero el césped de Riazor aguantó el chorreo con dignidad. Aunque el agua dejó la superficie muy veloz, allí se podía jugar al fútbol si hubiese voluntad y entendimiento para hacerlo. Justo lo que no tuvieron ni el Mérida ni, muy especialmente, el Deportivo.

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La catástrofe blanquiazul empieza a adquirir tintes apocalípticos. Con la derrota de ayer hasta el Mérida le ha superado en la clasificación. Este Deportivo es una casa en ruinas, un montón de cascajos del que va a ser difícil que alguien pueda sacar provecho. Un equipo desorganizado sin dirección, sin juego, sin esperanza, rendido a un destino in cierto. El público, en su desesperación, ya se agarra a cualquier cosa, aunque sea la tosquedad de Madar, el futbolista más aclamado ayer.

En épocas no muy lejanas, el Mérida se hubiese llevado un saco de goles de Riazor. Es un conjunto irreprochable desde el punto de vista táctico, que juega muy agrupado, presiona con criterio y se estira cuando puede. En ese aspecto, Jorge D'Alessandro ha cumplido con su misión. Pero el trabajo colectivo no oculta la precariedad futbolística del Mérida, condenado a luchar por la supervivencia, a vivir al albur de los golpes de fortuna y los derroches físicos. La victoria de ayer se la encontró literalmente. Le bastó dejar pasar el tiempo, recurrir a Sabas en el momento en que éste siempre hace daño -la media hora final- y aprovechar la primera oportunidad ante el marco de Songo'o. Lo demás lo puso el Deportivo, que hizo todo lo posible por perder, desde Djalminha, el indolente brasileño que lanzó un penalti al poste, hasta Naybet, un tipo que convierte cada partido en una excusa para la pendencia y que se autoexpulsó en el minuto 67. Cuando el marroquí se fue a la caseta, el Mérida constató que ya podía abandonar la guarida y buscar el triunfo. Dicho y hecho. Bastó la habilidad de Sabas y la tenacidad de Marcos para proporcionarle el gol y hundir al Deportivo en la hecatombe.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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