"La Expo se hizo para que sirviera de motor de la modernizacion de Andalucía"
Iba a jubilarse. Pero ha rectificado. Y en el recorrido de una decisión a otra le ha atropellado la Expo. En privado, este cántabro de 62 años, que fue Consejero Delegado de la Expo entre 1989 y 1992, se muestra orgulloso de ejercer de jefe que da la cara por toda una empresa. En público, se pregunta por qué no hubo en la Expo 92 una figura política equivalente a la de Pasqual Maragall en la Olimpiada de Barcelona.Pregunta. ¿Usted asume que la Expo pudo ser hecha con costes mucho menores?
Respuesta. Visto desde ahora, con lo que hemos aprendido y sabemos, seguramente haríamos cosas distintas en la Expo. Con la óptica reinante en 1988 o en 1991 difícilmente se habría hecho con menos costes. Nosotros tuvimos a diario la preocupación de cuidar el dinero. Los demás juzgarán si acertamos o no.
P. ¿Fue una forma equivocada de combatir la demagogia de entonces decir, como ustedes dijeron, que la Expo no costaría una sola peseta a los contribuyentes?
R. Ése fue un eslogan que me encontré cuando llegué a la Expo...
P. ...Ésa fue una afirmación que hizo Emilio Casinello.
R. ...Fue un eslogan que partió del primer comisario general de la Expo, que pudo tener algo de acierto pero que se hizo cuando ni se sabía cómo iba a ser la Expo ni cuánto iba a valer.
P. ¿A la Expo le benefició, y a la vez le dañó, la euforia económica de los años en que se preparó y se celebró?
R. La Expo no se hubiera podido hacer sin la euforia económica que había en aquel momento no sólo en España sino en el mundo. Hoy no se le podría pedir a las empresas multinacionales y a los Estados que desembolsaran las enormes cifras que entonces pagaron como patrocinadores. Creo que si la Expo hubiera estado prevista para dos años después quizá no se hubiera realizado.
P. ¿Esa euforia favoreció que ustedes invirtieran y gastaran el dinero público con tanta soltura?
R. Nosotros tuvimos una preocupación terrible con el dinero. Pero hubo un fenómeno que superó nuestras previsiones, y es que la Expo duplicó sus necesidades: tuvo el doble de participantes de los esperados, el doble de superficie prevista, más del doble de las visitas esperadas y el triple de las entradas diarias calculadas en su día. Eso repercutió en los costes, y lo resolvimos de la mejor manera que pudimos.
P. Ustedes encargaron la fabricación de 35 millones de entradas, de las que sobraron casi 20 millones. Y, según el Tribunal de Cuentas, las entradas de los espectáculos no cubrieron ni el 10% de su coste, y el exceso de plazas hoteleras contratadas dejó unas pérdidas de 3.200 millones de pesetas.
R. Son tres cosas distintas. Respecto a los espectáculos, no se tiene en cuenta que el mayor coste estuvo en los que fueron gratuitos. Los que requerían entradas a precio de mercado no cubrieron sus gastos como tampoco los cubren el Liceo o el Teatro Real. La Expo decidió adelantar avales a los hoteleros para que invirtieran en la creación de nuevos alojamientos a cambio de asegurarse reservas. Había que garantizar a los participantes tres años antes, por convenios internacionales, el uso de habitaciones y el precio. Hubo seis modalidades de entradas para la Expo, tuvimos 10.000 puntos de venta en todo el mundo y en cada uno de ellos era necesario mantener stocks de los diversos tipos de pase.
P. ¿Es habitual que se produzcan, como ocurrió en la Expo, elevaciones del coste de las obras en un 41% respecto al presupuesto aprobado?
R. Hubo instalaciones, por ejemplo de aire acondicionado y de sanitarios, que duplicamos porque las necesidades se duplicaron. Es frecuente que los proyectos no prevean todo y la Expo no fue una excepción, como no lo es la Plaza de Oriente de Madrid ni la construcción del Guggenheim en Bilbao, que seguro que han sido obras bien gestionadas.
P. ¿No cree que el revuelo político organizado por el informe del Tribunal de Cuentas encuentra el terreno abonado en que ustedes se despidieron en 1992 anunciando los beneficios de ese año, en vez de adoptar una actitud menos triunfalista y constatar las pérdidas que arrojaba el balance de diez años?
R. No recuerdo que nos despidiéramos de forma triunfalista. Recuerdo que nos habían dicho que no sabíamos qué hacer; después, que no lo haríamos a tiempo; luego, que no vendría gente. Como fue un éxito, se habla ahora de las cuentas, y cuando esto se solvente sacarán otra cosa, porque hay una constante sobre este proyecto, que es buscar en qué puede fallar la Expo.
P. ¿A qué atribuye que a la Expo le haya acompañado la crítica, mientras la Olimpiada de Barcelona ha sido tratada, incluso por los adversarios de los socialistas en Cataluña, como una cosa de todos, como una empresa colectiva?
R. Nos lo hemos preguntado muchas veces, porque nos daba enorme envidia el tratamiento que recibía la Olimpiada. En una, de las visitas que nos hizo Pasqual Maragall, trajo una carpa y unos vídeos. Ningún alarde. Al día siguiente los periódicos de Sevilla titulaban: "Barcelona 92, Sevilla 0". Maragall me dijo: "No entiendo nada". Sevilla tiene grandes virtudes, pero forma parte de un área donde se hacen chistes de todo y se polemiza mucho. Yo no acerté a cortar la polémica sobre la Expo. Quizá porque en Sevilla hay unas fuerzas barrocas y conservadoras, muy respetables, que se resisten a que haya cambios en la ciudad.
P. Usted vivió casi en una tensión permanente con algunas autoridades de Sevilla.
R. No tuve tensión directa con las autoridades de Sevilla. Incluso me llevé mejor con los alcaldes no socialistas que con el alcalde socialista. El problema era político.
P. ¿No tenía usted suficiente respaldo político?
R. Ése es quizá otro aspecto. Apoyo personal, lo tuve todo. Dispuse de todos los mecanismos para que la Expo se hiciera. Y se hizo. El problema político a que me refería es que la Expo era un proyecto del Gobierno, financiado por él y que requería mucha velocidad, para llegar a tiempo. En Sevilla, todos querían opinar e intervenir, sin aceptar responsabilidades, y en ese proceso podían consumir meses. Había que tomar decisiones, y muchas veces se las anticipé a las autoridades. Pero hubo quien en un despacho me dió la razón y al día siguiente me puso a parir en público.
P. ¿Quizá ustedes cedieron a la tentación de protagonizar el éxito y se les ha imputado también en exclusiva la responsabilidad de las pérdidas económicas?
R. Ya me habría gustado que una figura política del Gobierno hubiera asumido el protagonismo de la Expo. ¿Dónde está el Pasqual Maragall de la Expo 92? Si hubiera habido un protagonismo semejante en la Expo yo no estada en esta entrevista. En Barcelona, todo el mundo asoció los Juegos Olímpicos con Pascual Maragall, tanto en los elogios como en las críticas. Ante la Expo, nadie del Gobierno quiso asumir un papel parecido, tal vez para mostrar que era un proyecto de Estado, y por un pudor equivocado, a mi modo de ver.
P. El primer comisario de la Expo, Manuel Olivencia, atribuyó su marcha a interferencias del PSOE de Sevilla.
R. Sus motivos tendrá. No los conozco. Olivencia no era miembro del PSOE y fue puesto por los socialistas y mantenido por el Gobierno hasta finales de 1991. En ese momento se le cesó...
P. ¿Fue destituido? ¿No dimitió él?
R. Que yo recuerde, se le cesó. Pero hasta ese momento fue la máxima autoridad. Él proponía los miembros del consejo de administración, que él presidía y que recibía una relación exhaustiva de los contratos. No me imagino a Olivencia con interferencias desde 1987 y soportándolas hasta 1991.
P. Quiere decir que es chocante que Olivencia haya proclamado que previno a González de la necesidad de "un control escrupuloso de las cuentas" y que no se le hizo caso?
R. Hasta julio de 1991 la comisaría de la Expo tuvo copia literal de todos los contratos firmados. Pero no quiero caer en esa polémica. Yo tuve la plena responsabilidad ejecutiva de la Expo, pero quiero aclarar que bajo la autoridad del comisario general.
P. ¿Le siguen pareciendo justificadas las comisiones, por importe de 6.500 millones de pesetas, que obtuvo Telemundi aunque cobrase por ingresos captados por la Expo sin su mediación?
R. Que se diga que Telemundi no intervino en tal caso, sin que nos hayan preguntado, es una afirmación arriesgada...
P. ¿El Tribunal de Cuentas no ha hablado con usted para pedirle información o aclaraciones?
R. No ha hablado conmigo ni con ninguno de los que fueron ejecutivos en la Expo. Pero vuelvo a lo de Telemundi. Un contrato para comercializar la marca de un acontecimiento así sólo puede hacerse en exclusiva, porque no se debe entablar una carrera para ver quién es el primero que caza una pieza. Telemundi gestionó para la Expo unos 50.000 millones, y cobró una comisión del 13%. Fue un buen contrato, que elogio sin haberlo firmado yo.
P. Las únicas objeciones de la fiscalía por posibles "responsabilidades contables" están relacionadas con el pago de indemnizaciones a algunos dirigentes y empleados de la Expo.
R. En cuanto a los directivos, hay que tener en cuenta que dejaban su ciudad, su familia, para ir a un trabajo que se acababa el 13 de octubre o el 30 de diciembre de 1992. Los funcionarios tenían garantizado el retorno al trabajo, pero no al mismo puesto. Y necesitábamos directivos que no se dejaran llevar por ofertas de multinacionales, con las que trataban, y no dejasen su trabajo en la Expo a dos meses de la inauguración. En cuanto al colectivo de empleados, desde el Ministerio de Asuntos Exteriores y otras muchas instancias nos habían rogado que no hubiera conflictos laborales. ¡No quiero ni pensar qué habría ocurrido si se llega a producir una huelga de diez días en mitad de la Expo! Allí trabajaron 24.000 personas, que iban a ser despedidas a fecha fija, y no hubo ni un conflicto social.
P. Cuando el Tribunal de Cuentas dice que la gestión de la Expo fue "eficaz" pero "no eficiente"¿se siente vapuleado, o satisfecho porque no haga otros muchos reprochesposibles?
R. ¿Cuál es el baremo para medir la eficiencia de una Exposición Universal? ¿Habría sido eficiente que hubiera costado un 5% menos y que se hubiese producido una huelga?
P. ¿Le reprocha al Tribunal de Cuentas que no valore el beneficio que la Expo reportó a Andalucía?
R. Si no lo tiene en cuenta, no sé, con todo respeto, cómo puede juzgar la gestión de la Expo. Una de las cosas para las que se hizo la Expo fue para que sirviera de punto de arranque y de motor de una modernización, brutal, que ya se ha producido, del sur de España y, en especial, de Andalucía occidental. Sevilla tiene hoy el AVE, el doble de visitas que antes de la Expo, el doble de plazas hoteleras, y nueve puentes más, dos de ellos financiados por la Expo. Sevilla no se estaría planteando ser sede olímpica si no hubiera pasado la Expo por ella. ¿Cómo se le llama a eso? ¿Eso no es eficiencia?
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