Pujol gesticula

ESCASA DEBE ser la confianza de Jordi Pujol en sus consejeros cuando les ordena, mediante una circular interna, que rechacen toda iniciativa legislativa remitida por los ministros de Aznar. El motivo es el supuesto engaño a que fue sometido el consejero de Educación por la ministra del ramo, Esperanza Aguirre, con la polémica reforma de la enseñanza de las humanidades, que incluía la introducción de un punto de vista "unitario" a la hora de explicar la historia de España. O Pujol considera que los miembros del Gobierno catalán son unos cenizos, capaces de dejarse embaucar a la menor ocasión, o cree que sus aliados de Madrid son unos filibusteros. O quizá tiene pésima opinión de todos ellos.Más verosímil parece que el presidente catalán haya querido ofrecer un nuevo espectáculo de gesticulación atendiendo a sus muy personales cálculos de imagen política y electoral, precisamente para desviar la atención de la cuestión esencial, que es su incombustible apoyo al Gobierno del Partido Popular, aun a costa de rozar la frontera de los buenos comportamientos democráticos. En un plazo muy corto, Pujol se ha mostrado dispuesto a no aplicar ni hacer aplicar la ley en Cataluña en caso de que Aguirre apruebe su decreto sobre la enseñanza de las humanidades, y ha dado a sus consejeros una orden escrita -pensada para su divulgación- en la que les insta a oponerse a cualquier iniciativa del Gobierno de Aznar. De esta forma une métodos de desobediencia civil a un auxilio permanente al Gobierno. No es casualidad que comportamiento tan insólito de Pujol coincida con sus dificultades para sacar adelante la nueva ley del catalán o afrontar el endeudamiento creciente de su Administración. Pero su doble lenguaje tiene perfecta correlación en el PP de Cataluña, que hace compatible el ataque público a Pujol con la cesión de sus votos cada vez que éste los necesita de verdad.