La historia
Se ha puesto difícil escribir, desde el Madrid oficial, la historia de España. Lo demuestran las reacciones que ha despertado el anuncio del decreto sobre las Humanidades de la ministra de Educación. No me parece que la iniciativa de Esperanza Aguirre haya sido dictada por una "mala intención centralista".. Lo ha sido, más bien, por una precipitación llamada a fracasar.Los españoles tenemos una historia común. Pero, ¿cuál es? No, desde luego, la que solían enseñarme a mi en el colegio, que no debía de ser muy distinta a la que, años después, aprendió la señora ministra. Y, a lo mejor, hasta tenía que saberse de memoria, igual que una hermana mía, que es coetánea suya, definiciones como ésta: "Viriato era un pastor lusitano, joven, valiente y muy simpático".
A los chicos nos daban una visión más brava del intrépido guerrillero que desplegó contra Roma "el valor de la raza". Nos, batíamos como leones contra los cartagineses en Sagunto, contra los romanos, en Numancia. Y, tan pronto como salíamos de las guerras celtibéricas, empuñábamos en una mano la espada, en la otra, la cruz, con Don Pelayo, y nos lanzábamos a la reconquista de la España sometida a la ley del profeta".
Así llegábamos a la España de los Reyes Católicos y gozábamos del descubrimiento de América y de la jornada de Lepanto sin que nadie nos explicara que sucedían, además, otras, cosas. En cuanto empezaba a flojear el dominio de aquel imperio, "en que no se ponía el sol", nos saltábamos casi dos siglos para pasar directamente a la guerra de la independencia, donde volvíamos a tener ocasión de mostrarnos indomables. El siglo XIX no existía. El XX tampoco, hasta que llegaba Franco.
La historia oficial no se preocupaba de saber lo que había ocurrido, sino que ajustaba los hechos a lo que, a su juicio, tenía que haber ocurrido para que le salieran las cuentas. En algo se parece esto a lo de hoy: en que importa más decretar que tenemos una historia común que saber lo que realmente ocurrió.
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