El Peleas, la víctima desconocida de ETA
Un hombre asesinado en 1984 está enterrado con la falsa identidad de otro
Hasta ahora no tenía ni nombre ni rostro. O, mejor dicho, tenía sólo nombre..., pero equivocado. El quinqui Pedro Pardo Romero, El Peleas, asesinado por ETA hace casi 13 años, figura inscrito en las listas del Ministerio del Interior y de la Asociación Víctimas del Terrorismo, con la falsa identidad de Miguel Castellanos Escamilla. El difunto había usurpado la filiación de Castellanos y así pasó -hasta hoy- a la historia sangrienta del terrorismo, pese a que la Guardia Civil ya había descubierto el engaño en 1985.El miércoles 26 de diciembre de 1984, dos hombres, entraron en el bar Gurea Da, sito en la calle de Inchausti de la localidad vizcaína de Bermeo. Tras pedir una consumición al encargado, uno de ellos -aparentaba unos 30 años, 1,70 de estatura, con barba, cabello rubio y rizado- efectuó dos disparos contra el dueño del establecimiento. La víctima murió en el acto como resultado de dos impactos de bala en el maxilar inferior y el pómulo derecho.
Del fallecido se publicó entonces que tenía 47 años, que estaba casado, que era padre de cuatro hijos, que había nacido en la localidad barcelonesa de Santa Coloma de Gramanet... y que se llamaba Miguel Castellanos Escamilla. Como tal fue enterrado en el cementerio de Derio, sin que nadie pusiera en duda tal identidad y sin que las autoridades se molestaran en comprobar en aquellos momentos si éste era realmente su nombre.
El asesinato originó escasas reacciones políticas. Sólo Ricardo García Damborenea, entonces secretario general de los socialistas vizcaínos y hoy procesado en relación con el caso GAL, reprobó el crimen cometido "en Navidad, cuando todos estamos estamos intentando buscar soluciones a nuestros problemas". En los archivos periodísticos no hay ninguna foto del muerto ni consta ninguna declaración de su desconsolada viuda, Piedad Grande Blanco. ETA se responsabilizó poco después del atentado, a la vez que acusaba al fallecido de trapichear con, drogas y ser soplón de la Guardia Civil.
Huellas dactilares
La víctima pasó oficialmente a la historia con el nombre de Miguel Castellanos, y su muerte quedó en el olvido. Sin embargo, el entonces capitán Antonio Martínez-Herrera Escribano descubrió en 1985, tras cotejar las huellas dactilares, que "el muerto era en realidad el huidizo quinqui Pedro Pardo Romero y no el inocente Miguel Castellanos", según escribe en el último número de la revista Guardia Civil el subteniente José Luis Cervero Carrillo. Curiosamente, éste es uno de los periodistas que descubrieron la trama del ex director general del cuerpo Luis Roldán.Manuel Castellanos, un vecino de Barcelona, nacido en 1947, a quien en el año 1975 le fue sustraído su DNI en la localidad catalana de San Baudilio de Llobregat, jamás ha sabido que en el cementerio de Derio hay una inscripción con su nombre. O, al menos, no consta públicamente que se haya quejado de tal usurpación de personalidad por parte del difunto quinqui, emparentado con el célebre Eleuterio Sánchez, El Lute.
Pedro Pardo Romero, miembro de la familia de quinaores de los Patusos, era un hombre peligroso y muy hábil en el manejo de los puños, de la tea (navaja) y de la puska (pistola). Estuvo involucrado en una reyerta entre familias quinquis ocurrida el 19 de enero de 1966 en El Payo (Salamanca), debido a que una joven de 18 años olvidó confesar a su marido que había perdido la virginidad antes de contraer nupcias. La reyerta se saldó con la muerte a puñaladas de Jesús Grande Blanco, mientras que su cuñado Pedro Pardo resultó gravemente herido por una bayoneta que le clavó un oponente.
El Peleas, hospitalizado en Ciudad Rodrigo bajo el falso nombre de Pedro García Suárez, escapó del sanatorio malherido y cubierto de vendajes. Diez años después fue detenido en Barcelona acusado de cometer varios atracos, lo que le acarreó un corto periodo entre rejas. Tras recobrar la libertad, la Guardia Civil perdió su pista y, según queda aclarado ahora, se estableció en la villa pesquera de Bermeo, donde en 1984 ETA puso fin a sus andanzas mediante dos balas del calibre 9 Parabellum.
Meses después del atentado, el entonces capitán Martínez-Herrera comunicó a la Comandancia de Vizcaya que el enterrado como Miguel Castellanos era en realidad el merchero Pedro Pardo. Pero el error nunca fue corregido en los listados públicos de víctimas del terrorismo.
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