La candidez de las cigarras
Los políticos, frente a lo que parece, suelen ser gente cándida; como la cigarra que dedicó el verano a cantar, y lloraba cuando llegó el invierno sin más almacén que el de la penuria.Pues es el caso, como todos saben, que en las elecciones gallegas se ha producido, entre otras cosas, el ascenso electoral notable del BNG (benegá, ojo, no benegé, como dicen los que no están en el secreto), el cual viene a confirmar un crecimiento que arranca de mucho más atrás, y demuestra, una vez más, que eso del nacionalismo peculiarista o peculiaridad política territorial, según los casos, es algo que prende, planta lozana que se desarrolla en muchos lugares de este que antaño era el "solar patrio" y ahora es "el territorio del Estado".
Algunos ven esa proliferación como un peligro, y proponen medidas para atajarlo. Sin entrar en el análisis de que lo que para algunos es un peligro para otros resulta una bendición, sí se puede meditar algo (poco, no alarmarse) sobre las causas que conducen a esos resultados, sobre todo en cuanto algo tienen que ver con la conducta previa de quienes ahora lo ven rojo, de los augures del cataclismo o deslizamiento imparable por el camino de la diversidad disolvente.
Y es que los llamados "partidos nacionales", los no nacionalistas, utilizan el argumento nacionalista o idiosincrásico, o pecualiarista, o como se quiera decir, siempre que conviene a sus intereses electorales, sin pensar en que lo que se siembra suele crecer. Y lo hacen hasta extremos inconcebibles, y por el camino psicológicamente más arriesgado, el del victimismo territorial, el de la emotividad exacerbada ante ataques (generalmente presuntos) a esos vínculos que ligan a las gentes con su territorio más inmediato, y algunos llaman telúricos.En Andalucía, en Extremadura, en Galicia, en Asturias, y así sucesivamente, las autoridades territoriales utilizan la lógica territorial; nada más lógico, e incluso funcional. Al asentarse el Estado de las autonomías, las clases políticas que integran los órganos de gobierno y representación respectivos se ven involucrados en esa dialéctica territorial, y van mucho más allá de lo que iba la General Motors en relación con Estados Unidos (lo que es bueno para la GM es bueno para EEUU), sólo es bueno para el Estado lo que es bueno para este territorio. Los políticos de los partidos nacionales (y, por descontado, los nacionalistas, pero esto se da por aceptado), en cuanto ocupan responsabilidades territoriales, contribuyen a que el Estado de las autonomías sea el Estado de los agravios. Pero si hasta para exigir dinero, de acuerdo con alguna norma de la ley de financiación económica, hablan de "deuda histórica", que mueve mucho más los corazones, y, por tanto, los votos.
El sentido nacionalista se cultiva por los decires y conductas de los políticos pertenecientes a partidos nacionales en cuanto se ocupan de asuntos territoriales, en puestos que disponen de poder y dinero. Y esto pasa todos los días, y en todas las partes que conozco, y el acento depende de la posición relativa de poder-oposición en los distintos órganos territoriales o generales, según el mapa cambiante de las oscilaciones electorales.
Y estas afirmaciones no son imputación de cinismo. El responsable de un territorio tiende a ver todo según el interés que le está encomendado. El responsable de un partido considera, lógicamente, que lo mejor que puede ocurrir en el todo o en la parte es el triunfo electoral de sus siglas, pues ellos son, por definición, y según ellos mismos, los mejores. Y estas lógicas les arrastra, digamos, a toda clase de excesos, verbales y de los otros. Porque esos asuntos tienen más atractivo en la actualidad, sobre todo para las llamadas clases medias (que son copiosísimas), que los antiguos de la riqueza-miseria, aunque éstos no hayan desaparecido como causantes de tendencias sociales. Y los políticos van a lo más atractivo para mover los corazones, lo que, en gran medida, es su obligación (lo importante es ganar, vamos).
Pero luego, no hay que escandalizarse. Unos sujetos a los que se les dice día tras día que lo suyo territorial es lo mejor del mundo y que, además, son unos incomprendidos y agraviados en su sentir territorial, un buen día dan el paso y se hacen más o menos nacionalistas, más o menos periféricos. La gente también tiene su lógica; ¿hay algo más cómodo y compensador, en tal ambiente político, que ser moderado y nacionalista territorial, o algo parecido?
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