Contaminados por el contagio
Todo empezó de una manera simple: la panidad fija de cambio en vigor desde hacía mucho tiempo entre el baht tailandés y el dólar se vino abajo a pesar de todos los esfuerzos de las autoridades tailandesas por evitarlo. La subida de los tipos asociada con el fracaso de la moneda tailandesa provocó la caída vertiginosa del mercado de valores del país asiático.A continuación, otros países de la región sufrieron una presión significativa en sus respectivas monedas y las paridades fijas de las monedas de Indonesia, Malaisia y las Islas Filipinas, también fueron abandonadas una por una, con un efecto devastador en los mercados de renta variable y los mercados de renta fija de los países afectados. Hasta entonces, la mayoría de los analistas creían que el impacto de este drama monetario sería pequeño. Eso fue hasta que se extendió a Hong Kong.
La paridad fija de Hong Kong se consideraba invulnerable: es un sistema monetario de junta en el sentido de que todos y cada uno de los dólares de Hong Kong están apoyados por un dólar equivalente de reservas de divisas cuyo total asciende a más de 70.000 millones de dólares. Si a esto se añaden los aproximadamente 130.000 millones de dólares de las reservas chinas, atacar al dólar de Hong Kong no parecía demasiado rentable. Pero esto no ha bastado para tranquilizar a los inversores, muy preocupados por la paridad fija y, en los últimos días, ha tenido lugar una oleada de ventas de activos de Hong Kong, provocando un descenso del 20% en un periodo de tres días la semana pasada. En palabras de un corredor: "una absoluta carnicería".
Esto era demasiado como para que los mercados del mundo desarrollado lo pasaran por alto. Hong Kong era diferente, y los problemas de Hong Kong hicieron que la atención se volcara en su posible impacto. Si a eso se añade el muy saludable rendimiento de los mercados de valores mundiales este año el resultado es un mercado mundial listo para obtener beneficios.
¿Cuáles serán las repercusiones de todo esto para el resto del mundo? Después de la crisis de la Bolsa de 1987, todos hemos aprendido a no sobrevalorar el impacto de la volubilidad del mercado en la economía.Entonces, ni siquiera una caída de la Bolsa del 22% en un día (más del triple de la caída del 7% Wall Street de ayer) fue suficiente para hacer descarrilar la economía de EE UU, que creció más de un 3% en 1988. Haría falta un ajuste más significativo del Dow Jones -quizá de entre un 10% y un 15% adicional que nos llevase a niveles en el área baja de los 6.000 en el índice- para preocupamos seriamente por la salud de la economía de EE UU. Pero las autoridades no están impotentes: si la salud de la economía mundial o estadounidense se viera amenazada, se coordinaría una ronda de relajación de la política monetaria y los políticos inundarían los mercados de liquidez.
Pero en vista de la buena coyuntura económica mundial, sobre todo en EE UU y, últimamente, en Europa, estamos muy lejos de llegar al nivel en que esto sería conveniente. Nos enfrentamos a un fuerte contagio global. Este es un área poco entendida por los economistas: ¿por qué los inversores tienen que vender todos los mercados indiscriminadamente cuando los fundamentos son muy diferentes en cada caso? Quizá todo se reduzca al viejo refrán: los mercados están dominados por el miedo y la avaricia, y ahora domina el miedo, así que los inversores sacan beneficios de donde los tienen. En este ambiente, lo mejor que los políticos pueden hacer es asegurarse de que los mecanismos del mercado siguen funcionando, indicar que están listos a proporcionar liquidez si hace falta, y, si no, quedarse al margen. Incluso con la caída de hoy los de Europa mantienen una subida anual de cerca del l8%: no hay motivos de pánico, todavía.
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