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La economía, en pelotas

Soledad Gallego-Díaz

El cine y la economía llevan mucho tiempo relacionados. No se trata sólo de la industria (que mueve billones de pesetas), sino de las películas. Cuando todavía no era obligatorio aprender economía en las escuelas (por el camino que llevamos, no falta mucho para que se imponga como materia fundamental en las guarderías), muchos jóvenes comprendimos lo que significaba un crash viendo They shot horses, ¿dont they?, (en español se llamaba Danzad, danzad, malditos). Y para quienes no habíamos vivido postguerras ni violentas crisis económica!, El ladrón de bicicletas nos hizo temblar: en eso consistía el paro sin seguros sociales. Un hombre llorando de angustia e ira porque, sin bicicleta, perdía el trabajo. Es posible que el neorrealismo italiano y Anna Magnani nos ayudaran más a entender el desarrollo de los años 60 que un manual de Samuelson.Durante algunos años pareció que los directores de cine habían perdido el interés por la economía. Pero, de repente, el cine inglés ha retomado la senda y se empeña en explicarnos en lecciones de hora y media qué pasa cuando determinadas industrias se quedan obsoletas: Tocando al viento, se dedica a la minería; y Full Monty (que en español se podría traducir por En pelotas), a la siderurgia.

Aunque existe una gran diferencia; las lecciones de De Sica, Pasolinni o Sidney Pollack, eran más sombrías, probablemente porque no existía aún el Estado del bienestar. Las inglesas son de ahora mismo y reflejan una situación distinta: los protagonistas de Tocando al viento son casi clásicos, pero al final prefieren coger las indemnizaciones antes que plantear una huelga. Los de Full Monty son los más actuales: no se mueren de hambre, tienen un techo y médico gratis y, sobre todo, tienen una concepción del mercado laboral distinta de la que tenía Antonio, la víctima del ladrón de bicicletas: prefieren bailar y quedarse en pelotas delante de sus vecinos antes que aceptar puestos de trabajo "basura".

Tocando al viento tenía todavía un toque melodramático. Full Monty, ninguno. Se aprecia, incluso, un fondo optimista: los protagonistas lo pasan mal, pero el trabajo, entendido como un salario a cualquier precio, ha pasado para ellos a la historia, pertenece a las películas de los 50.

Quizás, la lección de economía del director británico Peter Cattaneo esté reflejando una realidad que los especialistas en la materia parecen tardar más en comprender: los europeos pueden ofrecer una resistencia mayor de la esperada a que se "americanicen" las relaciones laborales y se "flexibilicen" sus contratos.

De momento, algunos economistas empiezan a dudar del gran axioma de fines de los 90: en Europa hay mucho paro porque los trabajadores no aceptan salarios cada vez más bajos y condiciones laborales más duras. Dos estudios publicados por la American Economic Review y el National Bureau of Economic Research (recogidos por The Financial Times) afirman que no es la rigidez del mercado laboral europeo la causante de las altas tasas de desempleo sino el mal funcionamiento de los canales de capitalización y crédito de las empresas europeas. Si hay dificultades extra para acceder al capital, simplemente se crean menos empresas, sea cual sea la flexibilidad laboral.

Esta hipótesis explicaría mejor por qué Estados Unidos ha tenido tasas de paro superiores a las alemanas durante 16 de los últimos 21 años (cuando existían las mismas diferencias en el mercado laboral que ahora) y por qué ha sido capaz de crear 12 millones de puestos de trabajo en los últimos anos, mientras Alemania se quedaba estancada. La explicación habría que buscarla en el comportamiento, mucho más eficaz, del mercado de capitales norteamericano, capaz de inyectar liquidez en las nuevas empresas, creadoras de empleo.

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