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FESTIVAL EN LAS VENTAS

A Ortega Cano le viene el estro

Ortega Cano se sintió inspirado.-¿Usted cree que le ha dado un aire? preguntó, sorprendido, un espectador.

Los espectadores se sorprenden con mucha facilidad; en cambio los aficionados están al cabo de la calle. Los aficionados saben que Ortega Cano es uno de los toreros actuales que mejor torea, y lo único que necesita es que le venga el estro.

Y el estro le vino.

Le llegó el estro a Ortega Cano con ímpetu arrebatador, y arrebatado que fue, nos arrebatamos todos.

-La verdad es que torea como los ángeles -comentó el espectador sorprendido-, y añadió: será el aire.

No exactamente pues en el preciso instante en que Ortega Cano se arrebataba, rompió a llover.

No mucho: lo que llaman chirimiri unos, agüita misericordia otros, y la realidad era que parecía perfume francés porque la plaza se llenó de aromas.

Festival / Cuatro matadores

Siete toros y novillos despuntados para festival: 1º Hermanos Sampedro; 2º y 3º Juan Pedro Domecq; 4º El Ventorrillo; 5º Luis Algarra; 6º Joaquín Núñez y 7º El Torreón: terciados, muy flojos, boyantes.Palomo Linares: estocada trasera (silencio); estocada tendida trasera y descabello (oreja). Ortega Cano: estocada (oreja); estocada traserísima recibiendo (oreja). Julio Aparicio: tres pinchazos y estocada (palmas y también pitos cuando saluda); estocada corta baja (silencio). El novillero García Montes: pinchazo muy bajo, media estocada caída, dos pinchazos bajos -aviso- y descabello (silencio). Plaza de Las Ventas, 26 de octubre. Festival a beneficio del banderillero Periquito. Media entrada.

Toreó igual de transido Ortega Cano con el capote que con la muleta. Toreó con hondura y sentimiento. Toreó con la sobria aplicación de las reglas del arte y con la vehemencia de un corazón ardiente.

Todo ello ocurrió en su primer toro, que hacía segundo.

Se ha mencionado toro y sólo es un forma de decir. Terciadito de cuerpo, mermado de cuerna y tocado de pata, el animalito desarrolló una inequívoca boyantía.

No es ventaja que salte a la arena un torito así- cuando de festivales se trata. Con ocasión de festivales nadie exige la fortaleza del toro en plenitud ni el combativo rigor de la lidia. Lo que se exige es que los diestros hagan del arte de torear una exhibición; que toreen aportando lo mejor de sí mismos.

Y así sucedió. Las verónicas de manos bajas y suerte cargada; los ayudados que llaman doblones pues de doblar se trata; los templados redondos en acabada ligazón; los naturales de tal corte; las trincherillas exquisitas, los cambios de mano armónicos... Cuanto queda mencionado y más que aún estará debatiéndose por los laberintos de la memoria le salió del alma, del cacumen y seguramente de algún sitio más a Ortega Cano en su primera faena.

Hubo otras inspiraciones en la tarde; que cada torero se traía su cosecha. Palomo Linares nada pudo hacer en el primer toro, que salió comatoso de una vara y quería morirse. Y, sin embargo, al cuarto, le instrumentó en el platillo unas tandas de redondos que tuvieron usía.

El toro-novillo no se crea que era cualquier cosa. El toronovillo embestía con una encastada codicia que exigía manos diestras para conducirla donde Dios manda, y manda Dios que no sea ni en detrimento del arte ni de la integridad física del torero. Palomo, que a punto estuvo de verse desbordado en los naturales, entendió estas reglas -principalmente la segunda- y volvió a lucir por la derecha el buen oficio que es fruto de su veteranía.

Julio Aparicio traía aprendida la misma lección y, viéndole' probar y dudar, el público se amostazaba. Pero se recreció el artista y construyó una faena de progresivas excelsitudes. Sus primeros muletazos -mando, quietud y armonía- fueron magníficos. La teoría de trincherazos y cambios de mano que intercaló en la última parte del trasteo, un alarde de creatividad y torería.

El novillo ensabanao moteao botínero de Núñez que hizo sexto no le confió nada a Julio Aparicio, y recurrió a hacer como quien hace. Con el noble séptimo de El Torreón, se embraguetó el novillero García Montes al recibirlo por verónicas ganando terreno e intentó el toreo que llaman reunido en su faena de muleta, lo que es muy de alabar. Ortega Cano, en el segundo de su lote, ya no estuvo tan fino...

Bien sí estuvo Ortega Cano en ese segundo de su lote, mas inspirado no, y hasta se puso pesadito. El estro se le había ido, al parecer. Los estros son muy suyos, ya se sabe.

-Un ángel pasó por Las Ventas, resumía el sorprendido espectador aquel.

Fue un fugaz pasar. Llegó el ángel, infundió el estro al artista de corazón ardiente y se marchó raudo. Quizá es que se le acumulaba el trabajo. Dicen que iba a ver al Aleti.

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