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Dura realidad, pero brillante ficción

Gran despliegue en el simulacro de marea negra en Cádiz coincidiendo con el vertido real en el Cantábrico

Javier Sampedro

La comparación de la marea negra que alcanzó el lunes las costas vascofrancesas con el vertido imaginario que se escenificó ayer en la Bahía de Cádiz puede barrer de un plumazo dos extendidos tópicos: el que afirma que el norte siempre gana al sur, y el que sostiene que la realidad supera al arte.En la playa francesa de Anglet (apenas a unos kilómetros de San Sebastián), un menguado grupo de 40 bomberos trataba ayer de contener la mancha de gasóleo causada por el buque griego Capitán Tzannis. Mientras, el simulacro de Cádiz recibía la frenética atención de 500 efectivos de la Cruz Roja, la Guardia Civil, la empresa Esso, la Sociedad Estatal de Salvamento y Seguridad Marítima, la Junta de Andalucía y el Spill Response Centre de Southampton (Reino Unido), todos ellos encabezados por el ministro de Fomento, Rafael Arias-Salgado.

Desde el puente de mando de uno de los seis barcos movilizados para el simulacro, Arias-Salgado supervisó la operación con sus prismáticos, junto a la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez (PP), y al capitán marítimo del Estrecho, Pedro de Frutos, entre otras autoridades. El. ensayo empezó ayer y terminará mañana.

Según Manuel Olabarrieta, director de relaciones institucionales de la petrolera Esso, los simulacros de este tipo son muy útiles para evaluar el grado de coordinación entre los cuerpos encargados de las situaciones de emergencia. "En los casos reales, la coordinación entre las distintas Administraciones y los cuerpos de seguridad y protección civil supone un problema difícil", señala. "A veces es así por falta de directrices; otras veces, por exceso de ganas". En este clase de accidentes tienen competencias los responsables municipales, autonómicos y estatales; los cuerpos de seguridad y autoridades de Medio Ambiente.

Operación sin precedentes

Por sus dimensiones, la operación de Cádiz carece de precedentes en España.El guión es el siguiente: un petrolero choca contra, un ferry a 35 millas de la bahía, un lugar de denso tráfico marítimo. (En realidad, los buques accidentados eran dos remolcadores del puerto fondeados a unas seis millas de la costa). En el ferry, cinco personas resultan heridas de gravedad y otras treinta levemente (todos ilesos, en la vida real). El carguero se incendia (echa un humo rojo de guardarropía) y vierte al mar 4.000 toneladas de crudo (no vierte nada).

La torre de control de Tarifa da la alarma (así lo hizo, en efecto, a las 11.20 de ayer) y los servicios de emergencia se movilizan (también correcto; pero el barco que transporta a Arias-Salgado, a Teófila Martínez y a una veintena de periodistas pertenece al mero ámbito de la realidad: una licencia).

Un helicóptero de gran tamaño tiende una cuerda transportadora hasta el ferry y rescata a los cuatro heridos graves. Un buque cisterna extingue el fuego del petrolero con un vigoroso chorro de agua eyectada desde una manguera. Una lancha de la Guardia Civil recoge a los heridos menos graves. La crisis humana se ha aliviado, pero aún jota la catástrofe ecológica: la marea negra. "La bahía es un escenario óptimo para la operación", comentaba ayer Arias-Salgado. La razón es que el litoral gaditano posee un alto valor ecológico: en los aledaños del accidente se ubican los parques naturales del Acantilado, de la Bahía de Cádiz y del pinar de Barbate. La mancha negra no debe llegar allí.

Olabarrieta explicaba: Cuando un vertido de 4.000 toneladas de petróleo alcanza la costa, se mezcla con la arena y genera 20.000 toneladas de residuos sólidos, que luego se deben aislar y retirar hasta un vertedero".

Las legislaciones danesa y británica permiten tratar el crudo vertido con unas sustancias llamadas dispersantes, que rompen las moléculas del petróleo y les permiten así evaporarse. Otras normativas prohíben esa técnica, y otras, como la española, ni la mencionan. Por ello, el simulacro tiene que proceder sin utilizarla.

De 13 países

La protección de los espacios naturales se basa en el uso de los llamados booms: unas bolsas de caucho de gran longitud (entre ayer y hoy se utilizarán en Cádiz dos. kilómetros de ese material) que se disponen en las desembocaduras de los ríos o a la entrada de las rías que se han de proteger del hidrocarburo. Una vez allí, los booms se inflan de aire y se anclan a las márgenes: constituyen así una verdadera barrera que impide el paso de la marea negra a la ría.41 técnicos de 13 países observan el ensayo. Cuando concluya, mañana, informarán con detalle de los problemas, las posibles faltas de coordinación y las intervenciones mejorables.

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