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El pecado original del Congo de Kabila

El veto a la misión de la ONU sobre las matanzas mina el futuro del viejo Zaire

Alfonso Armada

"En esta región ha habido matanzas, hay matanzas y las seguirá habiendo, porque la vida humana vale muy poco". Las palabras de un diplomático europeo muestran la desesperanza que inocula el aire viciado de Kinshasa, la capital de la nueva República Democrática de Congo (RDC). "El pecado original de Laurent Kabila", el nuevo presidente que derrocó a Mobutu y borró el nombre de Zaire de la geografía política, "es que llegó al poder con la ayuda interesada de la vecina Ruanda, que se dedicó a saldar cuentas y perseguir a las milicias y soldados hutus Zaire adentro", añade un funcionario de las Naciones Unidas. La decisión del nuevo poder en Kinshasa de plantar cara a la misión de: encuesta de la ONU sobre las supuestas matanzas de refugiados hutus ruandeses en su campaña militar se ha convertido en un dramático pulso que puede mantener al Congo en la condición de "apestado internacional" y hacer que se hunda todavía más en el fango tras décadas de una dictadura que saqueó uno de los países potencialmente más ricos de África. "¿Cómo es posible que en esta guerra no se haya hecho ni un solo prisionero?", se pregunta un funcionario internacional, celoso, como casi todos los que se manifiestan críticamente en Kinshasa sobre el nuevo régimen, de que su nombre salga a la luz. Y recalca: "Kabila sabe que ha habido matanzas, lo sabe todo. No ha dejado a la misión salir del hotel. La táctica del Gobierno es ganar tiempo para limpiar las pruebas y que la misión. se descomponga". No es precisamente aire de libertad el que han desatado las autoridades de la Alianza de Fuerzas Democráticas de Liberación de Congo-Zaire (AFDL), que pusieron fin en mayo pasado, tras una campaña relámpago de poco más de siete meses, a una de las dictaduras más crueles y viciosas de la historia de África, alimentada y protegida por Occidente mientras Mobutu, fue un agente útil en la guerra fría. Es precisamente ese argumento el que emplea el Gobierno de Kabila, con Étienne-Richard Mbaya, ministro de Reconstrucción Nacional y encargado del dosier matanzas, a la cabeza. En un documento de 25 páginas, Mbaya culpa a la ONU de no haber sabido prevenir el genocidio de Ruanda (que en tres meses de 1994 provocó la muerte de casi un millón de personas, tutsis y hutus moderados en su mayoría), a su agencia en favor de los refugiados (ACNUR) y a la comunidad internacional de no haber separado a milicianos y soldados del más de un millón de refugiados que en el verano de 1994 se instaló en el este de Zaire y de hablar sin pruebas de la "pretendida desaparición de unos 200.000 refugiados".Desde que Roberto Garreton, relator especial para Congo-Zaire de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, hiciera público en la primavera pasada un informe cargado de inquietantes indicios y testimonios sobre el avance de la Alianza, las aguas no han dejado de encresparse en el entorno de Kabila. Garreton fue declarado "persona no grata" y "jamás entrará en Congo mientras gobierne Kabila", subraya un diplomático. Tratando de esquivar los escollos que afloraban sin cesar, la ONU envió a Kinshasa una nueva misión. Pero los desacuerdos surgieron de inmediato: el Gobierno pretendía que la investigación se remontara a 1993 -en plena dictadura de Mobutu-, limitar la estancia y el territorio a rastrear y que en todo momento estuvieran acompañados por funcionarios de Kinshasa.

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La misión fue llamada a evacuar consultas a Nueva York y para dentro de 10 días se espera una decisión del secretario general de la ONU, Kofi Annan, convertido en objeto de menosprecio y mofa en la televisión congoleña y en medios periodísticos afines al Gobierno.

Las andanadas contra la comunidad internacional han acabado por acertar en la cabeza del ACNUR, que a principios de esta semana fue expulsado de la región de Kivu, limítrofe con Ruanda, acusado de "armar y transportar a refugiados hutus de un lado a otro de la frontera". Sadako Ogata, cabeza visible del ACNUR, destaca que sí entre 1994 y 1996 no se hizo nada por desarmar a los hutus radicales que utilizaban los campos de refugiados como escudo fue porque la comunidad intemacional no se empeñó en ello, "y al final fueron los propios refugiados, tras la victoria de la Alianza apoyada por tropas ruandesas y ugandesas, los que volvieron masivamente a casa por sus medicis", en aquel formidable movimiento humano de centenares de miles de personas que regresaron a Ruanda en cuatro días de noviembre de 1996.

El Gobierno de Kabila se ampara hasta el momento en el apoyo más o menos tácito que ha recibido de Estados Unidos para desafiar a la ONU, pero a un diplomático europeo no le cabe duda de que Washington no se desmarcará de la postura de la Unión Europea de respaldar la encuesta de la ONU. "Ellos tienen mucho más que perder. El mundo puede pasar sin Congo, pero Congo no saldrá del atraso y no dejará de ser un paria internacional sin una ingente, ayuda exterior. Y los derechos humanos son indispensables".

"La táctica del Gobierno es ganar tiempo para limpiar las pruebas"

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