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Tribuna:VISTO / OÍDO
Tribuna
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Contra el matrimonio

En 1890 se estrenó una obra en la que un militar perdonaba a su esposa, que comete adulterio con el novio de su hija; se casan los jóvenes y la familia burguesa sigue adelante y reunida (en Pozuelo, mi pueblo). Se llamaba Las personas decentes y su autor era Enrique Gaspar: un diplomático que pasó por todo el mundo y se impregnó de la razón de otras costumbres, otros regímenes, otras tolerancias. Era una gloria nacional: pero le aplastaron Galdós y Benavente. Recuerdo la obra ahora que el Supremo restituye en su puesto y derechos a un militar español que había sido expulsado del ejercito porque consintió que su esposa fuese adúltera. Me asombra todavía el castigo gremial por una cuestión llamada de honor. Qué vergüenza, el honor. Y cómo ha destrozado la vida española, sobre todo la de la mujer. Nadie expulsó del ejército a Tejero: su pistolerismo contra la democracia y el orden civil, el arrastre de los guardias hacia el mismo deshonor militar -todos siguieron en el servicio, en activo y con sus armas-, no produjo en el ejército más que un poco de comprensión, de indulgencia. Pero que a un oficial le engañe su mujer y no la mate, como impuso el Siglo de Oro y las épocas anteriores, parece que debe ser castigado: que no frecuente más al cuerpo de los honorables. No envidio su suerte al ser restituido a su puesto.Ah, el teatro: de cuando en cuando alguien repone Los cuernos de Don Friolera, de Valle-Inclán, donde el protagonista farsesco se debate entre la necesidad de pegar un tiro a su mujer para salvar el honor "del honrado cuerpo de carabineros" y el cariño que la tiene y el deseo de perdonar su adulterio.

No sé qué hacen las feministas por defender estas cuestiones, por reclamar para la mujer la libertad de amar sin que ello manche a su marido. Se entretienen en problemas de desnudos en publicidad o de desfiles de moda, porque son cosas visibles y llamativas; pero no de liberar al hombre de que su dignidad, su fama o su honor dependan de la conducta de la que no es más que su esposa. Liberarle de que la tenga que asesinar. Una mujer es ya libre, con derecho a hacer lo que quiera. Como él. Creo que sería un paso más hacia la abolición del matrimonio, como unión que debe aprobar y tolerar la sociedad, y que la gente se junte como quiera. Que cada uno ceda sus derechos, sus rentas o sus pensiones a quien le parezca oportuno: hombre, mujer o colectividad.

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