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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tragedia y previsión

LAS CATÁSTROFES naturales son, en sí, ingobernables. Son fenómenos que siempre han escapado al control del hombre. En su impotencia, los humanos han buscado a lo largo de la historia razones religiosas o metafísicas para explicarse el origen de estas fuerzas de una naturaleza que, desbocada, tanto daño causan. Sin embargo, la sociedad moderna no puede dejarse llevar por el fatalismo ante ciertas catástrofes naturales que ya son perfectamente explicables por el conocimiento científico y meteorológico en particular. En la paupérrima Armenia, un terremoto de grado moderado provoca normalmente una inmensa cifra de muertos. En Tokio, esa misma fuerza sísmica no suele pasar de ser un susto.Eso se debe a lo que muchos consideran el máximo baremo del desarrollo: la previsión. Esta supone ni más ni menos que asumir medidas, muchas veces costosas y sin efectos inmediatos, que prevengan contra los peores supuestos posibles. Por eso ya no es admisible que en España, especialmente en las zonas de mayor escasez de agua, en Andalucía y Levante, las lluvias se cobren regularmente víctimas humanas. Pese a las alarmas y los cada vez más fiables pronósticos.

La tragedia de Alicante del martes debería hacer reflexionar a las administraciones, locales, autonómicas y nacional. Aunque no puedan evitarse siempre, si pueden paliarse. Por ejemplo, con unos alcantarillados dignos de tal nombre, de los que carecen algunas de las zonas referidas. Que no llueva gran parte del año no quiere decir que esté de más una infraestructura tan básica cuando se sabe que a veces llueve de golpe todo lo que no ha caído en meses. Y con unos cauces y fugas alternativas para las rieras y torrenteras que cruzan pueblos y ciudades. La gran labor de Protección Civil y otras organizaciones en este país no puede basarse sólo en la vocación, dedicación y el coraje de sus miembros. Y las lamentaciones y ayudas posteriores, aunque necesarias, no son más que signos de impotencia.

La previsión ante el accidente laboral o ante la catástrofe natural puede ser costosa y, antojarse gratuita. Hasta que se roduce el momento improbable y extremo. Si se ha previsto y se han tomado las medidas necesarias, el drama es siempre menor y la sociedad demuestra su madurez, su desarrollo y la calidad de vida que quiere otorgar a sus miembros.

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