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Yeltsin quiere un Estado fuerte que evite las injusticias del capitalismo

Un Estado más fuerte que edifique un nuevo orden económico y corrija las injusticias provocadas por el tránsito salvaje del comunismo al capitalismo. Esta es la promesa que lanzó ayer Borís Yeltsin en el Consejo de la Federación, la Cámara alta del Parlamento ruso. Pero eso no significa una vuelta atrás. Por si quedaba alguna duda, el presidente dejó muy claro que "no se trata de regresar a los días del Gosplan" (a la planificación soviética), ya que "la economía de mercado ha cruzado la "línea de no retorno".

Los "efectos indeseados" de la reforma, empezando por la corrupción, estuvieron en el origen de la primavera de Pekín, reprimida a sangre y fuego (en la plaza de Tiananmen) por el Ejército chino en junio de 1989. En la Rusia de hoy, el riesgo de explosión social es poco visible, pese a que millones de empleados públicos siguen sin cobrar sus atrasados (y escasos) salarios y a que el cambio de sistema económico ha dejado a millones de víctimas literalmente en la calle o pasando hambre.Sin embargo, el líder del Kremlin parece haberse dado cuenta de que es mejor prevenir que curar, y que se impone una corrección en la reforma que convierta a ésta en menos injusta y letal para amplias capas de la población.

De hacer caso, de manera literal, a lo que ayer dijo a los representantes regionales habría que pensar que se va a producir un cambio casi revolucionario, ya que prometió "erradicar el demonio de la corrupción" ("los criminales han entrado en política y dictan su ley", reconoció) y crear "un nuevo orden económico" basado en "un mayor papel del Estado" que corrija las desigualdades.

Se trata justo de lo contrario de lo que lleva haciendo desde que la Unión Soviética se rompió en pedazos a finales de 1991. En estos seis años, el Estado, todopoderoso en tiempos comunistas, se ha debilitado económicamente hasta extremos alarmantes y ha entregado, casi por nada, sustanciosos bocados de la riqueza nacional a banqueros y magnates que, cuando les interesa, no dudan en revolverse contra quien les hizo ricos.

Ni siquiera se ha confirmado el viejo lema de, que "a menos Estado, más libertad". El desarme no ha evitado ni burlas a la libertad de prensa (por el control de los medios por unos cuantos potentados), ni guerras espantosas como la de Chechenia, ni persecuciones a quien tenga la piel oscura y carezca de permiso de residencia (como sucede en Moscú), ni leyes como la de religión (que ayer, precisamente, ratificó el Consejo de la Federación), que puede limitar gravemente la actividad de, por ejemplo, católicos y protestantes, en favor de los ortodoxos.

"En el amanecer de la reforma", dijo ayer Yeltsin, "la única fuerza capaz de superar la profunda crisis era la del libre mercado. Para la transición hacia un crecimiento económico sostenido, eso no basta. Hace falta un nuevo orden económico". Y es que, añadió, "el mercado, por sí solo, no es la panacea universal", y sus mecanismos, y los de la regulación del Estado, "deben trabajar en armonía".

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Próximas privatizaciones

Pronto habrá ocasión de comprobar qué significan exactamente estas palabras. 0 la. promesa de resistir a las presiones de los bancos o de aplicar, normas claras e igualitarias en la actividad económica. En lo que queda de año, y en el que viene, van a privatizarse total o parcialmente numerosas empresas estatales, incluidas algunas perlas del sector petrolero. Con los 750.000 millones de pesetas que se espera conseguir, se intentará cuadrar el presupuesto y terminar de pagar a médicos, profesores y jubilados.

La reciente subasta parcial del gigante telefónico Sviazinvest y de la compañía productora de minerales NorisIk provocó una disputa entre banqueros, trasladada a la prensa, la radio y la televisión, y que convirtió a los dos vicejefes de Gobierno que personifican la. reforma (Anatoli Chubáis y Borís Nemtsov) en blanco de los furibundos ataques de los magnates perdedores. Yeltsin se reunió el día 15 con seis de estos personajes, que mandan en Rusia tanto como él mismo, para intentar que apoyen su prógrama económico y evitar una nueva guerra entre ellos y contra el poder. Alguno de los asistentes señaló luego que, en realidad, se trató sobre todo de cómo repartir el pastel.

Yeltsin cree que esta corrección de rumbo es posible porque se ha entrado ya en la senda del crecimiento económico, tras seis años de declive. Las cuentas empiezan a cuadrar, la inflación está casi controlada, el vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, pronostica un boom de las inversiones extranjeras, y el Club de París, de países acreedores, acepta a una Rusia acostumbrada a militar en el pelotón de los deudores. Ahora falta que las víctimas de la transición, que son millones, comiencen a notar también la mejora en sus estómagos y sus bolsillos.

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