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Interregno explosivo en Polonia

Los polacos eligieron el domingo pasado un Congreso de Diputados claramente orientado a la derecha pero difícilmente gobernable. La AES (Acción Electoral de Solidaridad) de Marian KrzakIewski y la Unión por la Libertad de Leszek Balcerowicz, otro partido proviniente de ese sindicato, disponen entre ambos de una mayoría parlamentaria confortable y, en teoría, podrían formar una coalición estable. Desde el anuncio de los primeros resultados se ha hablado mucho de esta posibilidad en Varsovia, aunque nadie se lo cree demasiado. Y es que los programas e incluso la inspiración ideológica de estos dos movimientos son francamente incompatibles. Lech Walesa piensa que podrían llegar a entenderse porque en su época, los tiempos heroicos de Solidaridad, militaron juntos. Otra gente y no es poca- de ambos bandos estaría dispuesta a hacer concesiones con la condición de volver a tener, tras cuatro años de gobierno poscomunista, carteras ministeriales. No será fácil.Leszek Balcerowicz, ministro de Economía en 1989, aplicó en Polonia la "terapia de choque" ultraliberal y se convirtió desde ese momento en el hombre más detestado por los sindicalistas. La recuperación económica de estos últimos cinco años le ha convencido, sin embargo, de que tenía razón y de que hay que continuar con su política de reformas sin dejarse desviar por las protestas de la base. La Alianza de Marian KrzakIewski ha explotado precisamente este descontento prometiendo corregir las equivocaciones. Pero ¿cómo? Según Balcerowicz, la Alianza no tiene ningún programa y se limita a prometer la luna oponiéndose a la reestructuración del sector público deficitario (el carbón, la siderurgia, la industria de armamento). Probablemente tiene razón, pero ello no impide que el 33% de los electores que han votado contra la política de Balcerowicz no aceptará que vuelva como ministro de Economía, y todavía menos como primer ministro.

Esto no es todo. Polonia no ha olvidado todavía el daño causado por el antiguo régimen totalitario, y la derecha no ha dudado en reavivar este resentimiento contra el Gobierno poscomunista. Éste era merecedor de muchas críticas más que justificadas -sobre todo por su política social-, pero de ahí a acusarle de haber restablecido el totalitarismo hay un gran trecho.

KrzakIewski y sus amigos lo han recorrido alegremente, pero no la Unión por la Libertad. Y, de repente, este rechazo a la demagogia se ha convertido en sinónimo de traición. Para la AES, Balcerowicz y sus amigos han sido cómplices de los "rojos" porque cuando estaban en el poder no procedieron a una "descomunización radical" y porque tampoco la reivindican hoy. La derecha dura en Polonia tiene un programa muy preciso sobre este asunto. Quiere eliminar a los "rojos" de todos los cargos de responsabilidad e incluso revisar los títulos de propiedad de aquéllos que se han convertido en capitalistas.

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Finalmente, la Alianza de KrzakIewski se inspira en un catolicismo agresivo, que incluso se podría considerar integrista. Para ella, los liberales de la Unión para la Libertad son laicos impenitentes, sospechosos de ateísmo. Radio Maryja,, tristemente célebre por su nacionalismo clerical y antisemita, ha llegado incluso a sostener que cualquier creyente que vote por ese partido comete un pecado mortal y debe confesarse inmediatamente. La Iglesia ha sido más prudente durante la campaña electoral aunque jamás ha condenado a dicha emisora, que cuenta con millones de oyentes.

La Alianza de la Izquierda Democrática, el SLD (poscomunista), ha mejorado su resultado respecto de 1993, aunque pierde algunos escaños. La razón es que entonces la derecha presentó una decena de lisas, dispersando así el voto. El gran logro de KrzakIewski consiste en haber impedido tal dispersión presentando una única lista. Pero su Acción corre el peligro de sufrir 5suras tras el éxito del pasado domingo, sobre todo si la negociación sobre la formación del nuevo Gobierno termina siendo larga y laboriosa. Lech Walesa quiere ya tallarse su propio partido en el interior de la Acción, mientras que su fundador, KrzakIewski, no oculta su ambición presidencial.

En lo inmediato, la nueva mayoría intentará que se apruebe una legislación sobre la "descomunización radical", aunque tropezará con un doble obstáculo: los poscomunistas conservan su minoría de bloqueo en la Cámara, y uno de ellos, Alexandre Kwasniewski, es el presidente de la República. La cohabitación en Polonia va a ser explosiva porque ni Walesa ni KrzakIewski han reconocido la opción democrática que hicieron los polacos cuando eligieron a su presidente. Los duros de Solidaridad declaran abiertamente que quieren eliminar, e incluso inculpar, a gente como Kwasniewski y otros ex comunistas, sospechosos de haber sido "agentes soviéticos". Para ellos, la nueva Constitución promulgada por la Asamblea Nacional y aprobada mediante referéndum es bolchevique. Sin embargo, no parece que puedan abolirla, y, mientras siga en vigor, el presidente conserva su derecho de veto, que sólo puede ser evitado por una mayoría de dos tercios de los diputados, imposible hoy de lograr.

Si Polonia no estuviera traumatizada por su pasado y si las coaliciones en el Parlamento se hicieran en función de las afinidades programáticas, la elección del domingo hubiera producido con toda naturalidad una alianza entre la Unión por la Libertad y la Alianza de la Izquierda Democrática. Ambas han votado la nueva Constitución y tienen como proyecto realizar las reformas liberales que, de creerles, conducirían tarde o temprano al logro de un poco más de justicia social. Es el pasado lo que les separa y les obliga a enfrentarse. Sin embargo, en Varsovia se piensa que, tras un periodo de ensayos vanos se llegará a esa alianza, por el momento imposible. Falta por saber qué precio pagará Polonia, todavía convaleciente de la "terapia de choque", por este interregno que acompañará la cohabitación explosiva entre el SJM (Cámara de los Diputados) y el palacio presidencial.

K. S. Karol es periodista francés, especialista en el este de Europa.

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