Argelia, abandonada, a su trágica suerte
"NO PODEMOS abandonar Argelia a su suerte". Cuánta razón tenía Kofi Annan, el secretario general de la ONU, cuando hace tan sólo unos días lanzaba este aviso. La nueva masacre perpetrada ayer en las cercanías de Argel -entre 85 y 200 muertos, según las versiones, la segunda mayor desde la del pasado 29 de agosto- no sólo viene a echar por tierra las pretensiones del Gobierno de que el terrorismo es algo residual, sino que reclama acciones que favorezcan el fin de este derramamiento de sangre que ya ha costado la vida a unas 60.000 personas en una guerra civil que comenzó en 1992 con el golpe militar.El Gobierno y las autoridades argelinas parecen divididos entre un sector que busca un diálogo, al menos, con el islamismo menos radical y violento y los que -aparentemente, mayoría en el Ejército- son partidarios de su erradicación total. Los duros parecen mandar y no quieren oír hablar de mediaciones, menos aún si son internacionales. Por eso, la liberación de Abassi Madami, a instancias de los dialoguistas, fue seguida de su arresto domiciliario, forzado por erradicadores, después de que el líder del FIS (Frente Islámico de Salvación) se hubiera ofrecido de intermediario a Kofi Annan.
El FIS, ilegal desde 1992, parece ahora buscar una línea de moderación y de diálogo. Desde París condenó claramente el atentado de ayer. Su rama terrorista, el AIS (Ejército Islámico de Salvación), parece respetar una tregua de hecho en el, territorio que controla. Las autoridades atribuyen las matanzas a "terroristas", con lo que se suelen apuntar al GIA (Grupo Islámico Armado) u otros grupos violentos. Pero es difícil -dado el apagón informativo que reina en Argelia , donde la prensa extranjera tiene sumamente limitada su presencia- saber si las matanzas son obra de terroristas islámicos o de grupos paramilitares armados por el propio Ejército para llevar a cabo la guerra sucia, mientras las Fuerzas Armadas no cumplen con su deber de protección a la población. La prioridad de la seguridad oficial argelina parece estar en la defensa del pulmón de la economía argelina, la producción de gas y petróleo.
La revalorización del dólar ha multiplicado los ingresos argelinos por este concepto, haciendo así al Estado más inmune a posibles presiones internacionales, que no llegan porque los suministros de gas y petróleo argelinos a Europa están aún asegurados. Y es, en última instancia, lo que cuenta. Sin embargo, Argelia necesita aún de la ayuda económica internacional, especialmente de la Unión Europea, para sacar a la mayor parte de la población de la miseria en que vive.
Es hora de que la Unión Europea y Estados Unidos reconozcan que su política de apoyo incondicional al presidente Zerual, pese a que éste ganara claramente las elecciones de 1995, no da los resultados esperados, pues el régimen no busca más que una apariencia de democratización. Es hora de que otros países, como España en su día, y en general la UE, recuperen autonomía respecto a la política seguida por Francia e intenten, una vez más, presionar al régimen y favorecer el diálogo y a los dialoguistas, en una y otra parte, para que los terroristas en Argelia pierdan base social y territorial. Desde fuera, no podemos contentarnos con no hacer nada.
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