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El 'toque Conde'

Tras la briosa irrupción de Telefónica en el mundo de los medios de comunicación (primero como locomotora de Vía Digital y después como socio dominante de Antena 3 Televisión), algunos dirigentes socialistas han señalado las curiosas semejanzas existentes entre Juan Villalonga, nombrado presidente de la antigua empresa pública por su íntima amistad con Aznar, y Mario Conde, presidente de Banesto de 1987 a 1993. El comparativismo debe mucho al género inventado por Plutarco a comienzos de nuestra era con el propósito de emparejar a egregios soldados, oradores y legisladores de Grecia y de Roma. No es seguro, sin embargo, que Conde y Villalonga pudieran servir de materia prima para un contraste de ese estilo; como explica Alan Bullock al justificar la aplicación de ese enfoque a Hitler y Stalin (Plaza y Janés, 1994), las vidas paralelas no son ejemplos de una categoría general comprensiva sino un método comparativo para reflejar el carácter moral de individuos singulares cuyas trayectorias existenciales, "al igual que las rectas paralelas, ni se cortan, ni se mezclan".Si los discípulos contemporáneos de Plutarco no pudieran acometer esa tarea, y si se considerasen exageradas las similitudes entre el presidente de Telefónica y el bucanero Henry Morgan propuestas anteayer en estas mismas páginas por un divertido artículo de Enrique Gil Calvo (Corsarios), cabría al menos analizar el toque Conde, el estilo Conde, perceptible en Juan Villalonga. Tal vez la más superficial coincidencia entre los dos personajes sea el revoloteo en torno al presidente de Telefónica de los mismos consejeros áulicos e interesados aduladores periodísticos que rodearon en su día a Mario Conde: Pedro J. Ramírez, el gran organizador de las derrotas -como estratega político y mediático- de sus asesorados, o Jesús Cacho y Jaime Campmany, incansables turiferarios de los poderosos y calumniadores no menos esforzados de sus adversarios. Pero hay todavía otros puntos en común entre el ex presidente de Banesto y el actual presidente de Telefónica.

Ambos personajes asaltaron de la noche a la mañana, con plenos poderes de sus respectivos Consejos de Administración, el gobierno de empresas con grandes activos, decenas de miles de accionistas, elevadas cifras de negocios y un impresionante flujo de caja. Nada más instalados en el puente de mando de la entidad abordada, tanto el uno como el otro recurrieron a métodos autocráticos para la toma de decisiones y reforzaron la intimidatoria estructura jerárquica de la organización; en ambos casos, ese estilo hiperpersonalizado de administrar recursos ajenos se vio favorecido por la separación entre la propiedad y la gerencia característica de las grandes corporaciones y por el caprichoso abuso de la posición dominante del vértice de la pirámide. También la ocupación de la cúpula de Telefónica y Antena 3 Televisión por una camarilla de fieles amigos personales de Villalonga recuerda las prácticas nepotistas y clientelistas típicas del antiguo Banesto.

El desembarco de Conde y Villalonga en los medios de comunicación ha elegido las mismas cabezas de playa: tras la compra de Antena 3 Televisión, Telefónica tiene en lista de espera los mismos periódicos, revistas y cadenas radiofónicas que trabajaron a favor del ex presidente de Banesto. Por lo demás, los dos mariscales de estas guerras financieras de alto presupuesto han disparado con pólvora del rey: si Banesto utilizó el dinero de los accionistas y de los depositantes, Telefónica cuenta además con la complicidad del Gobierno para la fijación de las tarifas de los usuarios. Junto a la rumbosa propensión de sus respectivos presidentes a pagar caprichos personales con fondos ajenos, esos dos intentos de construir imperios multimedia de la noche a la mañana tienen en común un propósito extraempresarial: al servicio de la propia ambición, en el caso de Conde, y al servicio de la estrategia de ocupación partidista del Estado por el PP, en el caso de Villalonga.

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