Los imprescindibles

Una sociedad confundida como la nuestra desvela ingenuamente sus bajezas por la debilidad y la superficialidad de sus convicciones. Una sociedad que no lee, o que lee poco y mal, poco puede ofrecer, tanto en su capacidad de análisis de los sucesos cotidianos y aparentemente fútiles como de aquellos que trascienden la difícil barrera de lo fugaz.Me pregunto en qué momento un titular de prensa deja de ser espejo fiel y reflexivo de la realidad y pasa a convertirse en una deforme lente que intensifica en gañosamente una luz en su origen tenue. Dichos titulares, cimientos sólidos de un producto bien definido, ¿extraen del sentimiento popular, tangible, sus grandes estandartes cívicos o, por el contrario, es el pueblo quien los adopta y los desvirtúa torpemente?

Tolerancia, solidaridad, democracia... Son añagazas, palabras insidiosas que desbordan a un sector inculto y con pretensiones de mando en este excitante cóctel de nacionalidades y culturas (países, al fin y al cabo) que son España, pero que no dudan en usar de ellas para medrar, confundir y manipular. Y hablo de los que, enarbolando dichos valores, se dedicaron a silbar a Raimon en Madrid por expresarse en su lengua milenaria.

Mas no todo son desgracias; por fortuna existen otras Españas mejores, más sencillas e inocentes: las de aquellos que, desconociendo el significado de los grandes principios, los ponen en práctica cada día, espontáneamente, sin histrionismos ni fanatismos. Y, como diría Bertolt Brecht, ésos son los imprescindibles-