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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Nacionalismos

¿Es posible hacer didactismo político, esto es, clarificar conceptos para ir racionalizando las normas democráticas de la convivencia social? Para algunos, esto no parece entrar en el discurso de la política, que, por lo visto, sólo debe girar en tomo a la vaguedad demagógica, al subterfugio, a la denuncia indemostrable, al eufemismo y, en general, a todas esas técnicas falsamente democráticas que hunden sus raíces en las instituciones educativas, desde la escuela hasta la Universidad. El asunto del nacionalismo, al respecto, es paradigmático en un país como España, donde existe una forma violenta de entender esa ideología.Hay quien aduce que no se debe criticar globalmente el nacionalismo porque eso puede enfadar a los dirigentes nacionalistas democráticos y, así, crear fisuras en el frente antiterrorista. Esta teoría fue llevada (como de costumbre) al delirio político por parte de IU. A la organización de Anguita le faltó tiempo, tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, para confirmar sus antiguos compromisos municipales con Herri Batasuna. ¿Y para qué esa confirmación? ¿Para testimoniar un alto sentido de la ética democrática frente a aquellos que carecen de ella? En absoluto. Detrás de esta aparente torpeza política se escondía una innombrable voluntad de beneficiarse electoralmente de la sangrante situación en el País Vasco.

Confundir una crítica o una opinión acerca del concepto nacionalista con una ofensa a los líderes del nacionalismo democrático es un error, dado que cerramos las puertas a cualquier labor didáctica de la política, frenando el desarrollo civilizatorio de la democracia. Decir que el nacionalismo pertenece al reino de la irrracionalidad no es decir ninguna mentira. Porque nadie podría demostrar la existencia de un grupo social, étnica, racial, culturalmente, etcétera, en estado puro. Ni siquiera se podrían señalar las fronteras que configurarían el territorio de dicho grupo social. En un mundo donde ha habido tantos cruces de sangre, de culturas, donde las fronteras tienden a desaparecer, la formulación nacionalista carece de sentido. Ahora bien, allá cada cual. Nuestra Constitución respeta toda creencia siempre y cuando ésta respete la Constitución. Pero eso es una cosa y otra la posibilidad de contrastar ideas, en el marco democrático, para dar luz a los conceptos, mejorando nuestra formas de convivencia social y política.-

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