_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ozono

Un nuevo "santoral", el ecológico, se está abriendo camino en la maraña de las efemérides. Porque de acuerdo con el último calendario, elaborado por el Ministerio de Isabel Tocino, ya podemos celebrar todos los años nada menos que 24 días mundiales de algo relacionado con la salud del planeta. Su eficacia es dudosa porque a golpe de jornadas de concienciación universal, la individual, la que realmente puede hacer cambiar algo, acaba frenada. Resulta fácil delegar responsabilidades hasta disolverlas en el abstracto océano de la humanidad y en la concreta lentitud de las administraciones. Mientras llega el improbable día en que queden, por innecesarios, abolidos los días mundiales sigamos, al menos desde aquí, exigiendo que se cumplan los compromisos adquiridos para la gestión de lo espontáneo. De un mundo que tiene una parte de su sistema inmunológico trastocado.Y es que ayer se celebró la jornada dedicada a lo más inquietante y al mismo tiempo aleccionador que pasa ahora mismo con nuestro entorno. Fue el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono. Fecha que casi coincide con el momento en que anualmente el famoso agujero alcanza su máximo. Un roto que con toda seguridad este año de nuevo será mayor que el anterior. Lo cierto es que el ozono estratosférico sigue siendo afectado por el cloro y el bromo que aún incesantemente liberamos a la atmósfera. Acaso la novedad más relevante del presente año es que también en el Ártico, que está mucho más cerca, los valores del ozono medidos en marzo y abril han sido los más bajos de la historia. Nada menos que un 40% inferiores a los normales. Hace dos semanas, la organización meteorológica mundial hizo público el dato de que a primeros de septiembre, la capa de ozono sobre la Antártida estaba un 30% por debajo de sus valores normales y con clara tendencia a la baja. Seguramente se acercará a un adelgazamiento del 50% en las próximas semanas. Otro récord histórico.

Esta anorexia de la capa protectora, que nos libera de la vocación asesina de los rayos ultravioletas, seguirá en aumento al menos hasta que se nos acabe el milenio. Entonces parece que tocaremos fondo y comenzará el proceso de remiendo para el que afortunadamente se han puesto los primeros y esperanzadores cimientos. Entre los que destaca la lógica reflexión sobre las principales características de las enfermedades ambientales. Cuando decíamos que había algo aleccionador en este campo nos referimos no sólo al primer éxito real de la diplomacia ambiental, sino también a que se deben sacar conclusiones y aplicarlas en todos los otros frentes.

Porque del pormenorizado estudio de la capa de ozono se ha extraído la preciosa conclusión de que la inercia de los procesos los empuja en su letal recorrido mucho más allá del punto de frenada. Conviene recordar que si bien el famoso agujero fue detectado en 1975, las medidas terapéuticas se acordaron en 1987, con un horizonte de obligado cumplimiento situado a 13 años de distancia, ¡fíjense en el calendario! Desde que se da la voz de alarma se suele tardar unos diez años para que se tomen medidas administrativas y diez más en que éstas puedan llevarse a cabo.

En el caso del ozono, además, se tardará al menos otros 50, muchos estiman que hasta 100 años, en que se pueda considerar recuperada su salud. Con todo, poco tan constructivo como la real aunque lenta reacción de las administraciones, que por una vez prohibieron totalmente algunos de los agentes destructores del ozono. Pero la coherencia que se alcanzó con el Protocolo de Montreal no es completa. Aunque se aparcaron los principales productos químicos destructores del ozono, falta aún por erradicar otros tantos: por HCFCs, el bromuro de metilo, todavía demasiado frecuente, los halones y el exceso de metano...

La capa de ozono es como la solidaridad, todos la queremos y todos estamos dispuestos a restaurarla. Pero ésta, que sí es global, la dejamos para la próxima década.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_