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2020, el mundo va bien

Andrés Ortega

Las perspectivas de crecimiento económico que apunta el Banco Mundial dibujan para el 2020 un mundo bien distinto del actual, una nueva esperanza de que gran parte de sus habitantes haya salido o esté saliendo de su retraso. Ahora bien, el mayor crecimiento de las economías hoy en vías de desarrollo o de transformación supondrá también un nuevo cambio en las relaciones de poder entre los Estados. Lo que no será fácil de gestionar, si a los que crecen les crece también la ambición política, mientras que los que mandaban antes no logran convencerse del cambio de mundo. Así, una Rusia recuperada puede suponer un nuevo factor que será positivo o negativo según haya encontrado un lugar cómodo y seguro en el mundo.En su informe Perspectivas económicas globales y países en vías de desarrollo 1997, el Banco Mundial prevé que estas economías crezcan entre 1992 y 2020 a un 5,8% anual (los países desarrollados a un 2,5%), con lo que su participación en el PIB mundial pasará de ser, en la actualidad, una sexta a una tercera parte del total. Todas las regiones mundiales, incluida la castigada África, crecerán. Claro que éstas son tendencias y proyecciones, en una situación sometida a una suma vulnerabilidad, como lo demuestra la crisis actual de los tigres asiáticos, que se tendrán que conformar con un ritmo de crecimiento menor que en los últimos años.

La contribución al mercado mundial de los llamados cinco grandes -Brasil, China, India, Indonesia y Rusia- pasará a ser un 50% superior a la de la Unión Europea, cuando en la actualidad representa sólo una tercera parte. Dato suficiente, aunque los cinco no formen ninguna unidad, para que los europeos no duden en ponerse las pilas -políticas, económicas, tecnológicas y organizativas- para evitar perder aún más terreno. Son datos positivos, pues todas las regiones se beneficiarán de este augurado tirón. Aunque, sin duda, el repetidamente augurado final de la hegemonía occidental estará mucho más próximo. Europeos, norteamericanos y algunos otros tendrán que cambiar sus formas de pensar y de ver el mundo, sus formas de confrontar al otro.

No son sólo los Estados los que compiten en esta carrera, pues el informe confirma la tendencia al dominio de la economía internacional por unas multinacionales cuyo comercio interno (entre. filiales y casas centrales) representa ya una tercera parte del comercio mundial y una quinta parte del PIB del mundo.

El problema no es el 2020 que se apunta, sino el camino para llegar a él, la transición, que, de no gestionarse bien, puede resultar dolorosa. Muchos empleos pueden sufrir o desaparecer, como ya está ocurriendo, especialmente en aquellos sectores, regiones o países que viven de actividades intensivas en mano de obra sometidas a la competencia internacional. El Banco Mundial aboga, naturalmente, por la liberalización del comercio, pero también sugiere la necesidad de las redes de protección social.

Esta prospectiva, más que provocar terrores del año 2000, dibuja un panorama positivo que viene a coincidir con otros datos, como los del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En su Informe sobre el Desarrollo Humano 1997 consideraba no sólo que en los últimos 50 años la pobreza se ha reducido en el mundo más que en los 500 anteriores, sino que, para finales de siglo, entre 3.000 y 4.000 millones de habitantes habrán experimentado una mejora sustancial en su nivel de vida. ¿Y los rezagados? Es éste un tipo de problema que ya se está apreciando y que ha entrado plenamente en la agenda política de muchos de nuestros países, la creciente dualización de las sociedades nacionales y de la internacional. Partes del mundo y partes de las sociedades pueden, simplemente, dejar de interesar. Unos nuevos parias pueden estar surgiendo en un mundo que, si los abandona, no irá tan bien.

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