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El amarillismo como arte

Exposición en Nueva York con fotos de los primeros "paparazzi"

"¡Estaba planeado desde hace mucho!", se apresuran a decir los responsables de la galería neoyorquina Robert Miller cuando se les pregunta sobre su recién inaugurada exposición de 200 fotografías de famosos disparadas por paparazzi desde los años cincuenta. Pese a tener la coartada de haber sido concebida y programada hace ocho meses, la exposición ha provocado un pequeño revuelo por el eco que acompaña a su objeto de estudio en los días siguientes a la muerte de Diana Spencer."Me alegra contar con esta publicidad añadida porque el público ha adoptado una postura crítica", señala Olivier Renaud-Clement, organizador de la muestra en colaboración con la división italiana de la editorial Condé Nast. "Pero no tenemos material que pueda considerarse ofensivo o polémico".

La galería Robert Miller representa a artistas como Louise Bourgeois y el fotógrafo Bruce Weber, de quien se incluyen algunos trabajos por considerarse heredero contemporáneo, a este lado de la ley, de aquellos profesionales que comenzaron inundando de fiases la noche romana hace 40 años.

Las clásicas fotos en blanco y negro de Tazio Secchiaroli y Marcello Geppetti, entre otros, se quiere que sean ejemplo de que ese género de reporterismo gráfico puede exponerse en calidad de obra de arte. El glamour que adquieren las cosas con el paso del tiempo posiblemente no satisfaga a quienes piensan hoy que los paparazzi son una raza inferior, pero estas fotos de Anita Ekberg, Jean Paul Belmondo, Jayne Mansfield, Ava Gardner y Maurice Chevalier, por citar sólo algunos, sí poseen una especie de inocencia (todavía se estaban escribiendo las reglas del juego) muy lejana de las imágenes borrosas que hoy se toman con teleobjetivo y se retransmiten por satélite.

La leyenda dice que todo empezó una noche de verano en Roma en 1958. Secchiaroli y sus colegas recorren en Vespa las terrazas del Tíber cuando de pronto sorprenden al depuesto rey Farouk de Egipto alternando con dos jóvenes. Dos flases capturan la imagen y Farouk se levanta de su asiento para zarandear a Secchiaroli. Otro fotógrafo tuvo el reflejo de capturar la trifulca. Horas después suceden episodios similares con Ava Gardner y Anthony Franciosa y Anita Ekberg y Anthony Steel. Al día siguiente, todas las revistas escogieron para publicar las fotos de las peleas: eran mucho más interesantes que los propios retratos. Había nacido un oficio y también el guión de Fellini para La dolce vita. Su protagonista, Paparazzo, llevaba el apodo de un viejo amigo de colegio del director italiano.

Roma es el escenario principal de la primera parte de la exposición: desde Anna Magnani hasta el papa Pablo VI, pasando por Eva Perón y los Kennedy, aparecen en instantáneas robadas en esa ciudad. Hay momentos de tensión y drama capturados en un clic, como Michelangelo Antonioni y Monica Vitti forcejeando con un paparazzi o Jayne Mansfield tirada en el suelo tras el ataque de un fan. En la invasión, la impertinencia y la distorsión espontánea reside el irresistible poder de atracción de estas fotos. Si la víctima no reacciona con un movimiento o giro improvisado, humano, natural, la foto no vale nada. Otras, sin embargo, son muestras tempranas de cómo las estrellas también utilizaban sabiamente ese medio en beneficio de su propia imagen. Sofía Loren y Brigitte Bardot, por ejemplo, llegaron a contratar a Secchiaroli (hoy retirado en Italia) para su publicidad.

Es aquí donde la galería Robert Miller enlaza la segunda parte de su exposición, desde 1964 hasta la, actualidad, explorando la influencia de los paparazzi en la fotografia contemporánea, especialmente la del mundo de la moda y la promoción. Todas las obras colgadas están elegidas, dicen, "por su contenido histórico y estético", pero, para no cerrar del todo los ojos a la realidad, ha habido tiempo para incluir a modo de discreto epílogo una foto de Diana de espaldas, alejándose del objetivo.

El debate sobre los paparazzi también se libra mientras tanto a pie de calle: el día antes de la inauguración de la exposición se celebró en el Metropolitan Museum de Nueva York ' un homenaje a Gianni Versace al que acudieron viejos amigos del modisto como Madonna, Naorni Campbell, Cindy. Crawford, Donald Trump y Lisa Marie Presley. Mientras la policía, más celosa que nunca, mantenía a los fotógrafos al otro lado de la calle, los invitados entraban al edificio a través de un toldo cerrado herméticamente.

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