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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La puta y el afrancesado

Me preguntaron si en 1958 éramos tan tontos como para admiramos de esta obra. Sí, pero no todos: muchos no iban al teatro y tenían otras fuentes de información y de cultura. Y la mayoría nacional, ni siquiera este teatro. El público que iba a ver Los tres etcéteras de don Simón, el público que iba al teatro en 1958 era seriamente burgués; el que elegía a Pemán, doblemente burgués. De chocolate y mesa camilla, de rebotica, de sacristía. Si elegían a Pemán, tenían un cierto gusto: había cosas infinitamente peores. Hasta de Benavente. Ese público tenía una moral de posguerra, y supongo que nadie se extrañará de que la pos guerra durase tanto: aún deja residuos, aún aparece hoy en ciertos actos y en ciertos artículos o libros. No digo relatada: digo como actuante, como gobernante o aspirante a gobernante. La prolongación de esa moral permitía la censura; pero la censura no era tan fuerte como para llegar a Pemán. Y Pemán utilizó su fuerza, aparte de para muchascosas serias -como ayudar a los rojos que podía; y, en general, a todos los que podía-, para hacer esta crítica de lo que estaba reinante. Por ejemplo, su Don Simón, el gobernador nombrado por el rey José, el hombre peligroso capaz de violar, de ahorcar o de arrasar, llega a la escena de este pueblo imaginario que se llama Las Fernandinas y cuando se queda solo, o con una muchachita, tiene que explicar que los que tienen razón son los afrancesados. Los cultos, los europeos, los que habían pasado ya la revolución, los que entendían el amor como una suavidad y no como una matanza.

Los tres etcéteras de don Simón

De José María Pemán (1958). Intérpretes: Juanjo Menéndez, María del Puy, Esther del Prado, Maribel Lara, Pedro Valentín, José Cela, Julio Tejela, Vicente Haro y Carlos Moya. Decorados y figurines: Enrico Serafini. Dirección: Ramón Ballesteros. Madrid, teatro Infanta Isabel.

Canto y vituperio

Es el protagonista, y este protagonista es Juanjo Menéndez, a quien no abandona su vis cómica pero que dispone de ella para dar toda la sinceridad, toda la realidad a ese personaje que llena la obra. El canto al afrancesamiento, el vituperio a Femando VII, está visible. Y más: la recesión con arcos de triunfo y mozas lozanas, convertida ya en costumbre, carece de sinceridad y de veracidad; y nadie del público ignoraba que el que estaba siendo recibido así en los pueblos de España era Franco.

¿Unos alfilerazos? Sí, pero con el valor de banderillas. La burla del honor español, la exposición de las señoritas de pueblo como analfabetas, la utilización por padres y maridos de la entrega de sus hijas como mercancías valiosas son temas ridiculizados continuamente. Es decir, en 1958 no es que el público de teatro fuera tonto, que efectivamente mostraba una preferencia notable por lo tonto, es que era una comedia atrevida, audaz, moderna, europeísta, contraria a la heroicidad, donde la moral política la conduce el afrancesado y la moral sexual a la prostituta, llena de ética de circunstancias.

Lo que era malo, entonces, no era este teatro con el que Pemán rompió su biografía escénica y comenzó una era fecunda de liberalismo, en el buen sentido -no en el actual- que iría a parar a sus justamente famosos artículos de los años finales. Veo que ahora aún se conserva la imagen del Pemán que jaleó la guerra civil y la lucha contra la República en El divino impaciente, el que arengaba a, las tropas en los frentes de batalla, el amigo de Franco, sigue perdurando. Es su manera de pagar algo.

¿Merece la pena esta comedia al cumplirse los cien años del nacimiento de su autor, a los cuarenta de su estreno? Probablemente no, aunque mucha gente se ríe sinceramente de los supuestos de la segunda parte, que casi podría representarse sola sin los precedentes de la primera: pero es que entonces el teatro era lento y el público no tenía la sabiduría sintáctica actual y lo recibía así: necesitaba exposición, nudo y desenlace. A mí me interesa mucho desde el punto de vista arqueológico, desde el de la historia del teatro y de la sociedad española. Me sirve para no olvidarme de los años horribles.

Está montada la obra al estilo de entonces, aunque Juanjo Menéndez sabe más que entonces; y María del Puy tiene sus encantos, en el otro papel protagonista, que es el de la prostituta risueña, con la que han ido todos los hombres y a la que querrían imitar todas las muchachitas. Dos de ellas aparecen en escena, llamativas y hasta inflamadas de "primavera", como se dice metafóricamente en la obra, y son muy bonitas y muy sueltas: Esther del Prado, Maribel Lara. Con los demás actores completan un reparto acostumbrado, hecho al teatro de la época.

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