Zedillo ofrece a la oposición mayoritaria un pacto para discutir su política económica
México dejó atrás, en la noche del lunes, el rito más encorsetado de un régimen político que agoniza: la lectura anual del informe presidencial ante un Congreso que rendía pleitesía al mandatario. Esta vez, en una austera ceremonia, Ernesto Zedillo ofreció a un Parlamento liberado del monopolio del Partido Revolucionario Institucional (PRI) un pacto sobre la política económica, el pilar más sólido de su Gobierno. Un opositor, Porfirio Muñoz Ledo, le respondió con la convocatoria a un foro nacional. Fue, sin duda, el estreno de una especie de cohabitación.
El país llegó a la lectura del informe, que abre también formalmente el periodo legislativo, todavía con el susto en el cuerpo. Apenas horas antes México estaba a punto de entrar en una crisis constitucional a causa de la lucha entre el PRI y los cuatro grupos de oposición por el control de la Cámara de los Diputados.Con 22 diputados menos que el conjunto del bloque de la oposición, el PRI cedió en su rabieta, la sangre no llegó al río y los mexicanos asistieron a una ceremonia inédita: Zedillo leyendo su discurso, con la banda presidencial en el pecho, y a su derecha, dándole la palabra, Porfirio Muñoz Ledo, antiguo priísta y hoy líder del centro izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Muy relajado, el presidente hizo, durante hora y media, una "recapitulación" personal de su mandato: su intensa actividad en política exterior, los insuficientes resultados en la lucha contra la inseguridad pública, la defensa del papel de las Fuerzas Armadas en el combate al narcotráfico y las inversiones en política social. Fue en el último párrafo de su discurso donde Zedillo lanzó el guante: lograr un pacto sobre estrategia económica que posibilite la estabilidad.
Mantener la disciplina
El presidente se anticipaba así al que será, sin dura, el caballo de batalla legislativo. Todos los grupos de oposición han cuestionado algunas de las medidas del Gobierno, que lanzó, tras la crisis de 1994, un duro plan de ajuste para rescatar al país. Zedillo esgrimió los resultados de su política y recalcó la necesidad de mantener la disciplina. Pero abrió su mano: "Si hemos logrado acuerdos para avanzar a una plena democracia, podemos y debemos llegar a un acuerdo sobre los fundamentos de una política económica", dijo. "Trabajemos juntos para lograr una estrategia económica que sea una firme política: de Estado, en cuyos fundamentos esenciales todos estemos de acuerdo".
Y le llegó el turno de respuesta al presidente de la mesa, Porfirio Muñoz Ledo. Un silencio espeso inundó el recinto. Zedillo apretó la mandíbula y fijó la mirada en algún punto del horizonte. "Este acto encarna sueños y simboliza aspiraciones", comenzó Muñoz Ledo. "Aquí desembocan luchas perseverantes y aún sacrificios en contra del poder absoluto, de sus fastos y sus excesos". El líder del PRD aseguró que el nuevo Congreso abolirá "todos los reductos del autoritarismo. A partir de hoy" añadió, "y esperarnos que para siempre, en México ningún poder quedará subordinado a otro". Al repasar los problemas más acuciantes del país, Muñoz Ledo desembocó en la economía y llamó al presidente a asumir que el expresado en las elecciones del 6 de julio demandaba un cambio en la estrategia gubernamental. "Las Cámaras tienen las atribuciones suficientes para enderezar el rumbo de esa política, y lo harán de modo eficiente y razonado para preservar la estabilidad". Para ello propuso convocar a los actores económicos a un gran foro nacional en el seno del Congreso para diseñar "una política de Estado que trascienda los dogmas y las contingencias".
Saber escuchar
En tono de suave regañina se dirigió a Zedillo: "La obcecación es contraria a la sabiduría y nociva para los quehaceres públicos. Saber gobernar es también saber escuchar, y saber rectificar". Muñoz Ledo había reiterado previamente, retomando la feliz expresión del historiador Enrique Krauze, que Zedillo tenía la posibilidad de ser el último "presidente imperial" y convertirse en el primer "presidente republicano" de México. Y no desperdició la oportunidad de su discurso para recordarlo. "Lo que en última instancia significa el cambio democrático es la mutación del súbdito en ciudadano". Los gritos de "¡Bravo!". se mezclaron con los de "¡Zedillo, Zedillo!" que emitían los diputados priístas, arrinconados en las últimas filas del hemiciclo. Se hizo el silencio. Tras el himno, sin embargo, el presidente y el líder de la mesa se estrecharon la mano. Después, un largo y distendido aplauso de todos los presentes culminó la que fue la primera escenificación real de la recién estrenada pluralidad.
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