El fin del 'circo'
Todos los resquemores que atenazaron a los legisladores del Partido Revolucionario Institucional (PRI) sobre el desenlace de la lectura del informe presidencial se demostraron infundados. Temían los priístas que desde la mesa directiva de la Cámara de Diputados la oposición hiciera pasar un mal rato a Ernesto Zedillo. Lo cierto es que el presidente no parecí a el hombre más feliz del mundo mientras escuchaba, con gesto de calambre, la respuesta a su discurso de boca de Porfirio Muñoz Ledo. Pero el texto contundente, y a ratos incómodo, de este brillante espadachín de la oratoria le evitó a cambio el circo en que esta ceremonia se había convertido en estos últimos años.Fue precisamente Muñoz Ledo quien, allá por 1988, rompió el estricto protocolo y trató de interpelar al entonces presidente, Miguel de la Madrid. El escándalo que se organizó fue mayúsculo. El diputado tuvo que abandonar la sede legislativa, no sin antes llevarse un golpe de un legislador priísta.
Desde entonces, y frustrada por la falta de vías para hacerse oír, la oposición había logrado hacer de cada informe un espectáculo que para muchos resultaba bochornoso. Por el hemiciclo desfilaba ora una vociferante diputada en minifalda, ,ora un senador silencioso que sostenía una pancarta bajo las egregias narices presidenciales o, bien, como sucedió el pasado año, un legislador con una careta de cerdo. Nada de esto ocurrió el lunes. Hacía tiempo que no se recordaba un ambiente de respeto y sobriedad como el que se respiró el lunes en el Palacio de San Lázaro.
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