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Tribuna
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El Club

Rosa Montero

Unos lectores de EL PAÍS (Jorge Revuelta y Javier Crespo) me mandan una carta muy curiosa. Resulta que se acercaron a la Conferencia Episcopal de Madrid y comprobaron que la vinculación oficial de una persona con el catolicismo no tiene nada que ver con la opinión real que esa persona tenga.De modo que uno puede considerarse agnóstico o ateo o budista o cristiano disidente, pero si has sido bautizado dentro de la Iglesia de Roma (lo cual suele suceder cuando eres una brizna de carne carente de voluntad y entendimiento) ya eres católico para siempre jamás, a no ser que dicha Iglesia tenga a bien excomulgarte por tus negros pecados. Es decir, que la organización te puede expulsar, pero tú no te puedes ir. Con perdón, cual la Mafia.

En el Arzobispado de Madrid, adonde también fueron nuestros amigos, les contaron que no eran los primeros en querer salirse, y que te pueden poner una anotación marginal en la partida de bautismo explicando que no estás de acuerdo con el credo. Pero eso no te borra como católico: sigues. perteneciendo al club y engordando las cifras oficiales de sus adeptos, con las cuales los jerarcas actuales (no confundir con los creyentes) obtienen sus prebendas y forman un grupo de presión social. De hecho, en la Conferencia Episcopal, cabreados por la insistencia de mis corresponsales, terminaron alardeando de que en España había un 97% de católicos. Pues no señor, no es cierto, no los hay: son un 97% de bautizados, que no es lo mismo. España debería aplicar el sistema de Alemania, en donde puedes inscribirte en una doctrina u otra o declararte ateo, y los creyentes han de mantener las iglesias con sus impuestos (por eso Steffi Graf abandonó el catolicismo hace un par de meses). Autoexcomunión, reclaman sensatamente Javier y Jorge.

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