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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Críticas sindicales

Un concejal del Ayuntamiento de Madrid (Sigfrido Herráez), de desconocido nombre para el común de los ciudadanos y nula presencia social, elegido bajo el paraguas protector de las listas cerradas y bloqueadas del PP, que a buen seguro es joven, brillante y, por supuesto, liberal (sobre todo esto, muy liberal), dado el hecho de acumular sobre sí las áreas de Personal y Obras, realiza una crítica (EL PAÍS, 21 de agosto) al sindicalismo en la que no se sabe si lo que más irrita es el paternalismo o la estupidez.Sin dar un solo dato sobre los motivos de desavenencia o fricción que ha encontrado con los sindicatos (por supuesto, con los de clase), para que el lector pueda valorarlos, escribe un artículo bastante torpe en léxico y sintaxis, con la sana intención de poner su granito de arena en el proceso generalizado de instalar en el inconsciente social la idea de que el sindicalismo (el de clase, por supuesto) es retrógrado, corporativista, conservador (¿usted no es liberal-conservador?, ¿no lo es su partido? ¡Ah! Usted debe ser del ala liberal-más-liberal-que-nadie) y, en general, poco moderno, el peor de los pecados.

Este nuevo y por ahora desconocido bifronte (como se decía de Belloch) inicia su ascenso hacia la popularidad social y el peso intrapartidario de la forma hoy en día más de moda: la admonición levemente despectiva y realizada en perspectiva caballera hacia unas organizaciones, éstas sí, con un peso y una historia que, por descontado, no les garantizan la posesión de la verdad, ni les eximen de dar razón de sus actos, ni de tener que reflexionar sobre sus pérdidas de votos, pero que deberían hacerlas al menos acreedoras a un respeto.

Señor Herráez: ¿trabaja usted 16 horas diarias? ¿Cobra el doble? Si no es así, quizá debería reivindicarlo ante el alcalde, y si éste se niega, acudir con su problema ante algún sindicato, o, mejor aún, fundar uno (profesional, por supuesto), del que seria único miembro, pues no creo que haya nadie en sus mismas condiciones laborales.

Puedo imaginar la zozobra en el Ayuntamiento si las relaciones de personal son como las obras: debe de haber relaciones personales en cada pasillo, en cada despacho, hasta en los servicios.-

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