_
_
_
_
LA LIDIAFERIA DE SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES

El toro de toda la vida

La novillada fue lo más parecido a una corrida de toros que puede verse en estos tiempos modernos. No se crea que es un contrasentido. Se dice corrida de toros en términos genéricos y se pretende significar que las corridas de toros de los tiempos modernos no son lo que eran. Viene uno de aburrirse en Bilbao con las corridas de toros de su feria, y llega a la de San Sebastián de los Reyes, que es un pueblo, y se encuentra con una novillada interesantísima, donde los novillos traen trapío y sacan la casta que no se ve en las ferias del circuito tradicional.El toro de toda la vida -expresado sea en términos genéricos- es lo que lidiaron en la madrileña población de San Sebastián de los Reyes. Coloraos cuatro, venían los seis con el trapío propio de su edad y condición, embestían en los sucesivos tercios, algunos apuntaron bravura, par de ellos mansedumbre, casi todos sacaron nobleza y tuvieron sin excepión el comportamiento que caracteriza a la raza del toro de lidia.

Herreo / Flores, Górnez Pereira

Novillos de Pedro Herrero, con trapío, flojos, encastados. Eduardo Flores: cinco pinchazos -aviso con mucho retraso-, dos pinchazos, media y rueda de peones (silencio); estocada corta y rueda de peones (oreja con escasa petición). Angel Gómez Escorial: pinchazo perdiendo la muleta, rueda de peones, media y rueda insistente de peones (oreja); siete pinchazos, cuatro de ellos perdiendo la muleta, y descabello (silencio). Sebastián Pereira: estocada caída (dos orejas, sin apenas petición la segunda); media perpendicular ladeada y dos descabellos (aplausos). Plaza de San Sebastián de los Reyes, 26 de agosto. 3 a corrida de feria. Media entrada.

No pertenecían a ninguna de las familias ganaderas conocidas, no a esos apellidos ilustres que los gacetilleros áulicos son incapaces de mencionar sin anteponerles el calificativo de caballero. A veces, ya puestos, los llaman "el gran caballero" y se quedan así de anchos. Luego resulta que los grandes caballeros no saben sacar al ruedo un toro en condiciones pues se les comportan como borregos, se les desploman nada más aparecer, se les van de bareta.

Los novillos de casta y trapío lidiados en San Sebastián de los Reyes eran de un tal Pedro Herrero -ya ves-, que los cría en el campo madrileño de Guadalix de la Sierra. Y visto el juego que dio el ganado a lo mejor no vuelve a lidiarlo en parte alguna. Porque -he aquí otro aspecto de la cuestión- el toro de casta es un valor a la baja entre taurinos, producto desechable que las figuras no quieren ver ni en pintura.

Muchos novilleros noveles, en cambio, sí quieren verlo y se miden valientemente con este ganado. Los tres que inauguraron la parte, podríamos llamar noble, de la feria de San Sebastián de los Reyes, son un ejemplo. No es que les hicieran grandes faenas a los novillos del tal Pedro Herrero pues les faltaban los recursos necesarios para acoplarse, pero eso carece de importancia. Ya se placearán y ganarán experiencia. No se va a exigir a los principiantes que hagan florituras a un tipo de toro con el que no se atreven los mandones del escalafón.

Valor había en la tema. Principalmente en Angel Gómez Escorial a quien el segundo novillo de poco lo parte en dos al iniciar la faena de muleta, y ni se inmutó. Citaba al estatuario cuando el novillo se le arrancó al bulto, y hubo una estrambótica pirueta en la que el cuerpo del torero basculó entre las astas sin sufrir ni un rasguño y el derrote brutal se perdió en el vacío.

El susto resultó tremendo mas sólo para el público ya que el torero recomnpuso inmediatamente la figura, respiró hondo y ya estaba toreando por redondos y por naturales, con técnica de buena escuela, cual si nada hubiese sucedido. Al quinto de la tarde también lo muleteó tenaz y pundonorso Ángel Gómez Escorial y le instrumentó unos temerarios afarolados de rodillas.

Estaban a dar muchos pases los novilleros. Es lo que se lleva, y ahí yerran. Alguien debería explicarles que las faenas de muleta tienen principio y tienen fin, y que toca el fin en cuanto el toro está dominado. Y que para dominarlo es preciso torearlo; un concepto que no debe confundirse con el afán de pegar pases. Arte de parar-templar-mandar, lo llaman.

Sebastián Pereira, que banderilleó muy bien, rápido y encontrando toro en cualquier terreno, pegó muchos pases y por matar a la primera al tercer novillo le dieron las dos orejas. Eduardo Flores bulló mucho y en medio del fragor pegapasista consiguió algunas tandas de naturales y derechazos de excelente factura.

Concluía Flores su faena al cuarto y en esas que en un tendido se liaron a tortas. Chascaron tres tortas como tres cañonazos y se armó el natural revuelo, con el gentío pendiente del desenlace. Al calmarse los ánimos y volver a prestar atención al redondel, pudo apreciar que Eduardo Flores llevaba una ore a en la mano y por su aspecto puede asegurarse que era del novillo; y la paseaba con el orgullo que legitima haber toreado y dado muerte valientemente a un toro como. los de toda la vida.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_