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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gigante en apuros

EL CLIMA político en Alemania parece querer competir este verano con el meteorológico, que ha inundado regiones enteras. "Nada funciona ya en Bonn", sentencia esta semana el semanario Der Spiegel: "Las cifras de parados alcanzan niveles récord, las finanzas del Estado están fuera de control, el que fuera el país del milagro económico se ha convertido en el hazmerreír y los partidos políticos juegan a la campaña electoral". Ayer se supo que la cifra de parados en Alemania aumentó en julio en casi 132.000 y se sitúa ya en el 11,4%. El marco acusa cada vez mayor debilidad frente al dólar y la libra. Y aun así, la competitividad alemana sigue cayendo.También decae sin cesar el ánimo de los ciudadanos. El presidente de la República, Roman Herzog, ya advirtió hace unos meses en un discurso a la nación que la situación comienza a ser alarmante. "Aquí reina el desánimo, se cultivan escenarios de crisis, la sensación de parálisis se ha adueñado de nuestra sociedad". Herzog demandó de la clase política el coraje y la generosidad necesarios para acometer las reformas necesarias para movilizar de nuevo a la sociedad y generar ilusión, superando los egoísmos y las rencillas de poder por el bien de esta empresa.

No se le hizo caso. El gran proyecto que tenía el Gobierno de Helmut Kohl para esta legislatura, la reforma fiscal, ha terminado en estrepitoso fracaso. Trataba de acabar con un rígido y anquilosado sistema que disuade a la inversión y a la creación de empleo, abusa de la regulación de excepciones y desgravaciones y fomenta el abuso. La mayoría de la coalición entre los democristianos, CDU-CSU, y los liberales del FDP necesitaban el acuerdo de los socialdemócratas del SPD, que cuenta con mayoría en el Bundesrat. A 14 meses de las elecciones, la situación está bloqueada pese a los esfuerzos del Gobierno de reactivar el proyecto, la coalición se halla en una profunda crisis y el desasosiego aumenta.

El líder socialdemócrata, Oskar Lafontaine, ha sido el principal enterrador del proyecto de reforma fiscal. Y es difícil sustraerse a la impresión de que lo ha hecho más motivado por los deseos de propinar un nuevo golpe a Kohl, muy debilitado ya por la crisis económica, que por divergencias insuperables con el proyecto. Todo el mundo sabe que el actual sistema -fiscal, laboral, de subvenciones y pensiones- es inviable. Y es probable que una reforma fiscal hecha por un Gobierno del SPD no se diferenciara tanto del propuesto por la CDU tomo ahora asegura la oposición. Pero Lafontaine ya está en campaña electoral, animado por lo sucedido en el Reino Unido y Francia, que parece considerar una vuelta a las esencias de la izquierda europea. Y desde su partido se multiplican las demandas de convocatoria de elecciones. El futuro dirá si el SPD acaba beneficiándose de tal política. También en la CDU son fuertes las resistencias a cambios que exigen sacrificios. A todos.

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Hacer reformas en Alemania es muy difícil. Sindicatos, grupos de interés y gremios logran una y otra vez bloquear las reformas que les afectan. Pero es evidente que la crisis por la que pasa el país es estructural y requiere con urgencia los cambios. Lo necesita también Europa, porque una Alemania política y económicamente enferma haría imposible el proyecto europeo, y en primer lugar la unión monetaria. La señal de alarma se ha encendido. Cabe por ello pedir a los políticos alemanes el sentido de la responsabilidad necesario para evitar un hundimiento en el que todos seríamos náufragos.

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