Revelación
Decidido como estoy a no salir ya nunca de casa, he comprado el ordenador personal más grande y completo del mercado. Voy a convivir con él después de haber recibido una revelación. El día del Corpus estuve en la catedral de Toledo. Sonaba el órgano con acordes grandiosos mientras cruzaba el cardenal envuelto en oro, en incienso por la nave central. Hubo un momento en que se detuvo el cortejo y cerca de mí quedaron parados dos canónigos también revestidos con pesados ornamentos. Comenzaron a cuchichearse entre sí. Uno exclamó: ¡Ya lo he hecho! El otro preguntó: ¿Qué has hecho? Y el primero respondió: ¡Me he metido en Internet! A continuación, el órgano soltó una terrible descarga celestial y la procesión continuó, pero a mí en ese instante se me cayeron las escamas de los ojos y quedé deslumbrado. Si no salgo de casa no es por miedo a que me maten, sino a que lo haga un asesino que no esté a mi altura. Aquí en Madrid te expones a que te ultime un idiota por no cederle el paso. He adquirido un ordenador con pantalla enorme y me he metido en Internet sólo para comunicarme con Juan Cueto y con Rafael Azcona. Antes de formalizar el contrato les he preguntado: ¿Ese cacharro es fácil de manejar? ¿Sirve para algo? Ambos me han contestado: es facilísimo y no sirve para nada, pero en la pantalla salen unas mujeres que si pagas comienzan a moverse, como sucede en la vida real, aunque éstas tienen una ventaja: están lejos, suelen ser australianas. Navegaré por Internet sin salir de caga y no por eso dejaré de tener emociones profundas. Hace unos días, en el poblado Issaquah del Estado de Washington sonaron unos tiros. La policía del condado irrumpió en una casa y detuvo a un individuo que estaba disparando contra su ordenador personal a causa de un desengaño. Ha sido un crimen pasional. Pronto sucederá lo contrario. Será el ordenador el que dispare contra su amante cuando éste e abandone. Sin salir de casa, podré tener un asesino a mi medida. Todo son ventajas.
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