Un 'honrado' defraudador fiscal
Esta vez parece que le han pillado con las manos en la masa, pero que nadie se fie. Le sorprendieron igual en 1987, con 700 cajas de tabaco que acababa de cargar en Platja d'Aro (Girona), y su estancia en prisión no duró ni un suspiro. Diez años después, la Guardia Civil registró de arriba a abajo las estancias de su pazo de Baión y sólo pudo ser condenado a tres meses de cárcel por insultar a un agente. En 1990, la Operación Nécora le sorprendió en pijama, y Oubiña sólo accedió a entregarse a la policía cuando su mujer le disuadió de su propósito de huir al grito de "¡ten cabeza, Laureano!". Su estancia en la cárcel fue más prolongada pero, al final, sólo recibió una condena de seis años por delito fiscal. Y es que hasta ahora ningún juez ha podido dictar una sentencia por narcotráfico contra el presunto capo más famoso de la ría de Arousa.Como en sus mejores épocas, Oubiña, de 51 años, presumía últimamente de ciudadano modelo. Junto a un hermano, aparentaba dedicarse a la venta de orujo y vino Albarliño. Hasta que su segunda esposa, Esther Lago, salió de la cárcel en abril pasado, Oubiña ejerció también de padre ejemplar e iba todos los días al colegio a recoger a sus dos hijas. Estaba empeñado en lavar su imagen. Se dedicaba a poner querellas contra todo aquel que le llamaba capo, para lo que blandía esas sentencias judiciales que nunca han podido demostrar los turbios negocios que se le presuponen.
Insolente
Esa clase de desfachateces siempre han sido habituales en este hombre colérico y arrogante. Las insolencias que dedicó al tribunal del caso Nécora tuvieron amplia cobertura televisiva: llegó a jactarse ante los magistrados de que guardaba sus ahorros "en una viga". Antes de ser detenido por la Operación Nécora, pretendía cobrar el seguro de desempleo alegando que su propia esposa le había despedido de una de las empresas tapadera del grupo. En diciembre, cuando el Tribunal Supremo rebajó de 12 a seis años de cárcel la condena que le fue impuesta en el macroproceso contra el narcotráfico gallego, Oubiña, lo celebró con una mariscada.Este hombre con una fortuna que en medios policiales se calcula en 5.000 millones de pesetas y cuyo símbolo más ostentoso han sido las almenas y los vastos viñedos del pazo de Baión, nació en una familia humilde y comenzó haciendo recados para los primeros jefes del contrabando de tabaco en Arousa.
Durante algún tiempo trabajó de camionero, pero su afición a la pendencia le causó disgustos muy prematuramente. Con 21 años fue detenido por causar lesiones a un vecino. En 1977 trató de sobornar a un guardia civil. Un año más tarde, volvió a ser arrestado tras una pelea frente al Parador de Turismo de Cambados, durante la cual el patriarca del contrabando gallego, Vicente Otero Terito, llegó a blandir una pistola para amenazar a los que ya pretendían dar el salto al negocio de la droga.
El cambio en la vida de Oubiña tuvo mucho que ver con la separación de su primera esposa y su posterior matrimonio, a principios de los años ochenta, con Esther Lago, una mujer aguerrida, ambiciosa y mucho más calculadora, lo que proporcionó el contrapunto perfecto al empuje del alocado Laureano. En esa época se hizo con el pazo de Baión a través de un oscuro entramado de empresas domiciliadas en Panamá y se especializó en el hachís tras entrar en contacto con los jefes del negocio en Marruecos. La policía le señalaba entonces en sus archivos con el principal abastecedor de chocolate para el mercado europeo.
Pero las conjeturas de los investigadores nunca dieron lugar a pruebas concluyentes. Oubiña cayó, pasó cuatro años en la cárcel, y al final ni siquiera se pudo demostrar que los 429 millones de sus cuentas bancarias provenían del comercio de drogas. Todo quedó en un delito fiscal, un simple desliz cometido por un empresario poco cuidadoso. Desde hace ano y medio tiene pendiente otro proceso por blanqueo, cuyo juicio oral aún no ha abierto el magistrado Javier Gómez de Líaño pese a la petición de la fiscalía. La imprudencia de acudir de madrugada a una playa desierta es ahora la mejor baza de la justicia para conseguir que, por fin, Oubiña sea algo más que un defraudador fiscal.
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