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LA CUMBRE DE MADRID

"Grandes amigos en una noche bonita"

José María Aznar no pudo resistir su entusiasmo: "No se puede recibir a tan grandes amigos en una noche tan bonita". A la mesa del presidente se sentaban el presidente de Estados Unidos y señora; el presidente de Francia; el presidente de Turquía y señora; el primer ministro de Luxemburgo, que ejerce este semestre la presidencia de la Unión Europea, y la señora de Aznar, Ana Botella.La mesa, manteles amarillos con tres velas iluminando un centro de flores, era una de las tres dispuestas en un cenador improvisado: una carpa de color crudo plantada en el jardín privado del palacio de la Moncloa. La cena, inédita en los anales de este palacete reconstruido tras la guerra civil, reunía a los jefes de Estado y de Gobierno y al secretario general de la Alianza Atlántica. La única ausencia significativa fue la del canciller alemán, Helmut Kohl, que no pudo llegar, por problemas de agenda a la cena. A última hora de anoche aterrizaba en Madrid.

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Menú típicamente español

El menú: gazpacho, ensalada de bogavante con vinagre de trufa, merluza en salsa verde con cocochas y angulas y hojaldre de manzana y vinos del Penedés, Viña Esmeralda; y del Duero, un Pesquera del 93. Según un portavoz de La Moncloa, un menú típicamente español. Otra de las mesas estaba presidida por el secretario general de la OTAN, Javier Solana, al que acompañaban el nuevo primer ministro británico, el siempre jovial Tony Blair, y el presidente de Bélgica.La mayoría de los 15 jefes de Estado acudieron a la cena sin sus esposas, sólo lo hicieron aparte de lo anfitriones, el presidente de EE UU y el de Turquía y las esposas de los primeros ministros de Dinamarca, Canadá, Grecia e Italia.

Ellos de traje oscuro y camisas claras y ellas con traje de chaqueta y algunos trajes largos. El de Ana Botella de brocado con tirantes de color crudo. Hillary Clinton, la estrella donde quiera que vaya, de chaqueta rosa con pantalones anchos y fulard y sandalias a Juego.

La bondad de la noche de verano tras unos días de fresco, más de 22 grados bajo un cielo estrellado, le llevó a Aznar a contar a sus invitados la anécdota de las novias españolas que para garantizar el buen tiempo en sus bodas llevan cestas de huevos a las monjas clarisas. Los traductores se esforzaban.

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Los 22 invitados del matrimonio Aznar se desplazaron después de la cena al edificio del Consejo de Ministros situado apenas a 200 metros del palacio. Allí, contra un fondo arbolado, se había montado un tablao improvisado para el bailaor Antonio Canales deleitara al grupo. Canales bailó por soleares, tangos y sevillanas. Otro menú típicamente español. El camino había sido iluminado con velas que ofrecían una luz vacilante y un tanto fantasmal para un cortejo formado por alguno de los más poderosos de la tierra.

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