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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Matar porque sí

LA MUERTE del, joven Fernando Bertolá en la madrugada del pasado sábado en Majadahonda (Madrid) es uno de esos hechos cuyo simple relato nos enfrenta una vez más, y de golpe, con lo peor que llevamos dentro, con esa parte de la personalidad y el comportamiento del ser humano que nos diferencia de los animales: la capacidad de hacer el mal de forma gratuita. Un joven de 21 años y un amigo se cruzan en una acera con otro de 19 y dos amigos. Intercambian frases sobre quién debe debe dejar pasar a quién y, sin más -según el relato del herido-, el joven de 19 años saca una navaja, se, la clava en una pierna a uno de ellos y mata a Fernando Bertojá de un navajazo en el corazón. Después, el presunto homicida, decide acabar la noche en una discoteca, donde es detenido.Una educación lamentable,- un ambiente urbano complicado -al menos durante los fines de semana- por la presencia de grupos que, en palabras del alcalde de la localidad, "son camorristas que acaban como asesinos", y las consiguientes y legitimas reacciones de la ciudadanía no bastan para difuminar el hecho indiscutible un joven muerto por el capricho de un descerebrado que, además, nos recuerda a todos el lado irracional de la condición humana. Se pueden pedir medidas que incrementen el control de quienes han demostrado sobradamente su carácter violento y su fascinación por las formas y símbolos de las bandas fascistas. Se puede utilizar el dramático suceso para criticar, desde la oposición, al gobierno municipal (en este caso, del PP). Se puede, y le debe, exigir responsabilidades a los autores. Pero no está de más preguntarse por qué el ser humano es capaz, de matar porque sí sin que la respuesta se convierta en una coartada.

Hasta que llegue el día en que el ser humano asuma las ventajas de la convivencia pacífica sobre cualquier manifestación de violencia gratuita no estaría de más que la autoridad, todas las autoridades de la amplia jerarquía social y política -desde la familiar al Gobiemo de la nación-, se ganaran el derecho a ser definidos como "autoridad competente", un calificativo que a la vista de estos hechos se aplica con excesiva generosidad.

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