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DELCLAUX Y ORTEGA LARA, EN LIBERTAD

Los secuestradores dijeron a Delclaux que saldría a las cinco semanas del pago

Cuando a las 5.40 de ayer Cosme entró en su casa de Getxo (Vizcaya), su madre, después de abrazarle, lo primero que hizo fue ofrecerle un café con leche. "Lo que quiero es un whisky" respondió Cosme. Después rompió a hablar. Había vivido los últimos 232 días de su vida secuestrado en un zulo trapezoidal de tres metros de largo, entre 0,90 y 1,20 metros de ancho y 1,80 de alto.

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El Gordo, como le llaman en familia, adelgazó cinco kilos en su cautiverio, pero nadie pareció notarlo. Lo peor, contó, fue el calor de abril. Cosme Delclaux dejó a los dos meses del secuestro de hacer gimnasia, descorazonado tal vez, pero sobre todo cansado de recoger el sudor del suelo y las paredes. El colchón, forrado de plástico, fue algunos días una tortura.Con el calor, a Cosme le llegó también la angustia. Pocos días después de que su familia pagara los primeros 500 millones del rescate, uno de los secuestradores le dijo: "Estáte tranquilo, dentro de cinco semanas te liberamos".

Cuando se cumplió ese plazo le comunicaron que debía esperar otras cuatro. Transcurridas éstas, aún tuvo que aguantar seis semanas más hasta que fue liberado. En este periodo final se le recrudecieron las pesadillas y no pudo dejar de sentir miedo.

Cosme tuvo siempre control del tiempo. Cada día uno de los secuestradores le daba un ejemplar del Egin de nueve días antes. En raras ocasiones aparecía censurada una noticia o suprimida una necrológica. Con esos nueve días de desfase siguió perfectamente las reacciones sobre su secuestro y el de Ortega Lara.

Con uno de los dos secuestradores, Cosme habló mucho, cada día el tiempo en que tardaba "en fumarse seis cigarrillos", su cuota máxima. Una persona próxima a los Delclaux declaró ayer que en su largo monólogo dio muestras "de lo bien amueblada que tiene la cabeza". "Ha reflexionado mucho y ha salido con las ideas bien claras sobre el tema de la violencia en este país", afirma.

80 libros

En estos más de siete meses Cosme leyó mucho. "Unos 80 libros", calcula. No le daban lo que él quería. Así que tuvo que empaparse "mucho sobre ETA". También cayó en sus manos una biografía de Pasionaria, otro sobre la muerte de García Lorca... Algunos libros Ios rechazó tras ojearlos. No podía concentrarse.Ya eran más de las ocho de la mañana, con la familia y los amigos fascinados a su alrededor, cuando Cosme exclamó: "¿Qué, no me oléis? Que llevo siete meses enemistado con el agua..." Recordó cómo se afeitaba y se lavaba los dientes una vez cada tres días. Se lavaba en una palangana y se adecentaba una parte del cuerpo cada día. Ayer disfrutó de un baño caliente de 40 minutos y uno de sus hermanos le ayudó a frotarse la espalda. Luego vino el sueño.

Nadie había dormido en la casa familiar desde que llamó Juan María Atutxa, para dar la buena nueva. Había mucho que hacer. Llamar a los cinco hermanos: Virginia y Diego llegaban desde Madrid al amanecer; Carmen fue avisada a Barcelona, y Jaime y Álvaro a su casa de Getxo. Adriana Aguirre, la novia de Cosme, le vio por la mañana.

"Cosme está bien. Un poco agarrotado, pero está bien. Un poco más delgado, pero sigue siendo el mismo". El salón de la casa familiar ha sido testigo de las primeras historias de Cosme. Su manera de contar laa cosas ha hecho incluso sonreír a su familia. Le ha dado tiempo a acordarse de todos, incluso de su médico de cabecera, al que coque no se iba a operar de un pequeño forúnculo hasta que no le doliera.

Los suyos también han cambiado en estos meses. Cosme tiene un nuevo sobrino, hijo de su hermano Jaime y Begoña, que nació antes de Navidad y se llama Mateo. Hay muchas cosas que contar, que preguntar. Cosme quiere casarse y pronto. Pero antes se irá con sus padres de vacaciones, mañana mismo, con destino aún desconocido.

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