Ser periodista
El pasado 6 de junio de 1997, en el programa que dirige María Teresa Campos, Día a día, en Tele 5 asistí a un hecho que me indignó. En este programa, en un espacio dedicado a debatir temas de actualidad, se encontraba como invitado un personaje últimamente demasiado habitual en los medios de comunicación, me estoy refiriendo al cura de moda: el padre Apeles. Sin embargo, su presencia es lo de menos, ya que el motivo de mi indignación fue otro: al intervenir dicho personaje en el debate, el rótulo de su presentación rezaba "párroco y periodista".Pues bien, estudio cuarto de periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense y pienso que a un señor, por el simple hecho de hacerse famoso haciendo y diciendo determinadas cosas en televisión no se le puede calificar como periodista y, aunque desconozco si este cura tiene o no una formación académica en periodismo, considero que para ser un profesional del periodismo hace falta algo más que ponerse delante de las cámaras y demostrar una cierta capacidad de hablar en público.
El periodista se debe a una formación académica de años y a unas aptitudes personales; ambas cosas se conjugan para formar a un buen profesional de los medios de comunicación, a lo que hay que añadir, además, unos principios éticos y deontológicos profesionales, como el respeto y el no menosprecio del interlocutor, cosa que el padre Apeles ha demostrado desconocer totalmente. No quiero entrar en la polémica de si el periodismo es un oficio o una profesión, para mí la cosa está clara: hay que aprender a comunicar, pero también hay que saber cómo hacerlo, y esto, a veces, se escapa de la teoría académica.
En definitiva, el caso es que con rótulos de presentación como éstos lo único que se consigue, aparte de desprestigiar aún un poco más si cabe la Figura del periodista en nuestro país es confundir al telespectador que, en su desconocimiento, identificará como periodista a todo aquel personaje que con cierta frecuencia tenga la posibilidad de expresar su opinión ante los focos de una cámara de televisión. Identificación que, evidentemente, es totalmente errónea.-
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